Las polvaredas que levantó el sólo anuncio de gravar con la máxima tarifa del IVA a toda la canasta familiar concentró la atención de los expertos y de la opinión pública, distrayendo la atención sobre otros aspectos peliagudos, como lo son la multiplicidad de beneficios contemplados para las empresas que tienen un costo fiscal incalculable. Esta es la procesión que va por dentro. Veamos.
El Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla se estrenó con este anuncio: “necesitamos darle alivio a la excesiva carga tributaria que tienen las empresas en Colombia”. Consistente con la promesa de campaña del presidente Iván Duque, el ministro carrasquilla arguye que “tenemos una estructura tributaria que castiga severamente el crecimiento a mediano plazo de la economía. Tenemos que arreglar ese problema”. La fórmula para “arreglar ese problema” ya la había anticipado el Presidente Duque en campaña, cuando afirmó que “las empresas están asfixiadas con tanta carga tributaria…debemos bajar impuestos para que puedan generar más y mejor empleo”.
Cabe preguntarse qué tan “asfixiadas” están las empresas “con tanta carga tributaria”. Recordemos que en los últimos 26 años se han aprobado 14 reformas tributarias y la constante en todas ellas ha sido aliviarle la carga impositiva a las empresas. Huelga decir que lo que dejaron de pagar las empresas fue asumido por parte de la Nación con cargo al Presupuesto General. A guisa de ejemplo sólo por cuenta del beneficio que le reporta el nuevo régimen a las zonas francas el Estado deja de recaudar entre $5 y $8 billones anuales.
Además, reforma tras reforma, se ha venido reduciendo la tasa impositiva sobre la renta de las empresas. Hoy está en el 33% y ahora se propone bajarla aún más, de tal forma que, de prosperar la propuesta del Gobierno, pasarían a pagar 32% en 2019, 31% en 2020 y 30% a partir del 2021. Pero, hasta aquí estamos hablando de la tarifa nominal, de la cual hay que descontar las exclusiones, deducciones, exenciones y descuentos tributarios, las cuales, según reporte de la DIAN le abren un boquete al fisco nacional del orden de los $60 billones anuales, de los cuales $13 billones corresponden a impuesto de renta.
No es de extrañar, entonces, el hallazgo de FEDESARROLLO según el cual dicha tasa efectiva es del 29.5% y el de los economistas del banco de la República Martha Delgado Rojas y Hernán Rincón Castro, para quienes la tasa efectiva neta sobre capital es del 21.4%. En uno y otro caso se equiparán con lo que pagan en promedio las empresas en los países que hacen parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el 25%. Es una falacia, entonces, comparar la tarifa de impuesto a la renta que pagan las empresas en los demás países con los que compite Colombia con la tarifa nominal, que se ha llegado a tasar en el 69.9% (¡!) al sumar otras contribuciones distintas a las de renta y no con la tarifa real, que es la que en pagan.
Por ello preocupa sobremanera que en el tal Proyecto de ley de financiamiento no sólo se descarta de plano la posibilidad de revisar y hacer más selectivos estos beneficios tributarios, sino que se propone ampliarlos aún más, sin importar las afugías fiscales que agobian al país. En efecto, entre los nuevos beneficios para las empresas se cuentan los siguientes: deducción del IVA que se pague por la importación, formación, construcción o adquisición de activos fijos, disminución gradual de la tarifa de renta presuntiva de 3.5% actual a 3% en 2019, 1.5% en 2020 y 0 en 2021. Además, el descuento de 50% del cobro del Impuesto de Industria y Comercio contra el impuesto de renta a partir del 2020 y un descuento similar del 4 X 1.000 contra el impuesto de renta a partir de 2019, amén de la exención del pago de impuesto de renta a la inversión en el sector agrícola por 10 años y para la inversión en la denominada economía naranja por 5 años. Se estima que, de aprobarse estos beneficios, sumados a la reducción del impuesto de renta, tendrían un costo de $10 billones (¡!), sólo por la deducción del IVA se dejarían de recaudar el 0.8% del PIB.
Si se llegara a aprobar esta nueva rebaja de impuestos a favor de las empresas, sobre todo de las grandes, el país asume el riesgo de quedarse con el pecado y sin la gracia, puesto que no está probado que dicha medida se traduzca en mayor competitividad, como alega el Ministro Carrasquilla y en la generación de más y mejor empleo como lo planteó el Presidente Duque, resultados estos que se consideran axiomáticos. No pasa de ser un espejismo afirmar, como se dice en la exposición de motivos, que se baja la tasa impositiva y se le dan todas esas gabelas a las empresas “para volver a una senda de crecimiento económico alto, como el que se dio en el marco del boom minero-energético de la pasada década”, a sabiendas que el boom fue el determinante de ese mayor crecimiento. Concluimos diciendo con Albert Einstein que “locura es hacer lo mismo una y otra vez…y esperar resultados diferentes”. ¡Así de claro!