EDITORIAL
Por estos días se ha puesto de boca en boca el tema del retorno de la presencialidad en la educación en el país, tras el anuncio del gobierno que a partir del 15 de julio todas las instituciones educativas deberán prestar este servicio en las aulas de clases.
En el caso de Magangué, ya es conocido que la administración municipal, hizo un vehemente rechazo al retorno a las clases, bajo el argumento que en este territorio aún existen las condiciones para que los niños y jóvenes vuelva a recibir su educación en las edificaciones, arriesgando la vida de miles de infantes y docentes cuando todavía el virus del covid 19 está vivo y coleando.
Hay posiciones a favor y en contra sobre este aspecto, por parte de la comunidad, padres de familia, profesores y los propios estudiantes, si se tiene en cuenta que la inversión para adaptación de aulas y medidas de bioseguridad no existe o por lo menos las condiciones no están dadas.
Para nadie es un secreto que en las últimas semanas la pandemia ha repuntado considerablemente, reflejándose en muchos contaminados y muertos por cuenta de esta terrible enfermedad. En la población estudiantil es todavía más riesgoso exponer a niños y jóvenes a la aglomeración, debido a que la indisciplina y la falta de acondicionamiento de aulas son factores determinantes para una masiva contaminación del virus.
Se hace indispensable que por lo menos en este próximo semestre que se inicia del año lectivo 2021, se mantengan las prevenciones a ver si hacia comienzos del próximo año la cosa ha cambiado en materia de contagios y morbilidad. Esa sería la salida más inteligente frente a la exposición de estudiantes y docentes para atajar cualquier emergencia que seguramente podría presentarse por el ingreso a la presencialidad educativa en nuestras instituciones.