
Recordando que en esta temporada política que estamos viviendo añoro las elecciones de antaño, cuando se podía tomar traguito puesto que la ley seca era inexistente y los candidatos contrataban papayeras y grupos musicales para amenizar los días de los comicios.
Por eso en los tiempos a los que hago referencia hay que decir que el día de las elecciones era una verdadera fiesta donde se tomaba, se bailaba y en medio de la rumba, si no estaba de buenas, también se conquistaba a hermosas chicas, con el cuento que uno era un firme seguidor del candidato al que ellas apoyaban.
En esos años lo único medio molestoso era que los votantes tenían que mancharse un dedo con tinta roja, que en ese entonces era la señal de que se había votado, a la vez que era una excelente medida de seguridad que impedía que personas inescrupulosas trataran de repetir su sufragio.
De igual forma, como en esos lejanos años los computadores no existían ni en la imaginación, los resultados oficiales tardaban varios días en conocerse, por lo que las fiestas organizadas por los candidatos en los mismos sitios de votación, puesto que tampoco nadie sabía de sedes, se prolongaban sin parar durante toda la noche.
Hoy vemos que las cosas cambiaron y ya no se puede tomar trago en las elecciones, aunque el expresidente Juan Manuel Santos trató de hacer historia aboliendo la antipática medida, sin tener en cuenta que todavía en Colombia tenemos unas poblaciones donde hierve el sectarismo, lo que combinado a la gestión de licor habría provocado terribles matanzas.
Actualmente no se permiten las papayeras, la música y el baile, por lo que las elecciones ya no son una fiesta como antes, algo sociocultural sano y responsable de los votantes.
Actualmente es diferente, algunos pensando en el chocorazo otros haciendo tramoyas, solo nos queda encomendándonos al Señor ““Dios mío, confía tu juicio al rey,tu justicia al hijo de reyes”.
Sí, lo primero que hay que pedir por quien tiene que regir el destino de un pueblo es que tenga buen juicio y que sea justo. Es decir que mire por los intereses de todos y no sólo de unos pocos. Ahí tiene ya una buena tarea para poner en práctica. “Que defienda al humilde del pueblo, socorra a los hijos del pobre y quebrante al explotado”
Con frecuencia los hombres de gobierno se fijan en la gente que tiene prestigio o poder económico y poco en los sencillos, los insignificantes. Y éstos en una nación son numerosos; éstos deben tener los mismos derechos que todos los demás ciudadanos, y por supuesto también los mismos deberes. No debe tolerar los abusos ni las injusticias. Señor “Libra al pobre que clama, al afligido que no tiene protector; apiádate del pobre indigente, y salva la vida de los pobres, y rescata sus vidas de la violencia”.
Ciertamente es pedir un gobernante ideal pero siempre es mejor tender a la utopía o mejor que el que gobierne tienda a ella. Tiene que poner el listón alto porque por debilidad humana ya lo rebajará y si lo pone bajo será el desastre del pueblo.
San Pablo decía que había que pedir por los gobernantes. Pues ahora que se aproximan elecciones hagamos realidad esta petición del Apóstol de las Gentes.