
Se ha iniciado en el país, desde el lunes anterior un nuevo año escolar según lo dispuesto por la Ministerio de Educación, el cual estará terminando en el mes de diciembre próximo, advirtiendo que directivos y docentes ya han entrado una semana antes en planeación institucional.
Estudiantes de prescolar hasta bachillerato presurosos llegaron a sus instituciones con la expectativa de conocer primero sus directores de grupo y sus compañeros de aula, en varios casos bajo la presión de padres de familia sobre profesores que buscan con quien «encargar» a sus hijos.
Como cada año, el inicio del ciclo escolar es un momento de gran emoción. Lo es para los niños y las niñas, ansiosos por reencontrar a sus amigos y aprender cosas nuevas, pero también para sus docentes, quienes retoman, con la gran vocación que los distingue, su enorme responsabilidad de educarlos y formar a las futuras generaciones.
Recuerdo que cuando regresaba al colegio (Velez) llegaba con la emoción de tener todos mis útiles escolares nuevos, la ilusión de hacer títulos y decorarlos de la mejor manera. Sentía gran alegría de volver a ver a mis compañeros y también de conocer a nuevas personas, aunque también tenía algo malo y eran las duras madrugadas.
Esperaba con ansias la hora del recreo para contar lo vivido en vacaciones, algunos presumían sus viajes y regalos, pero esto hacía que volvamos a tener confianza entre todos.
Viví la época del colegio con todas sus ventajas y desventajas, disfruté cada año al máximo y traté de ser excelente estudiante. Recuerdo el colegio como una gran etapa llena de aprendizaje y lágrimas.
Aunque se dice que «Nadie educa a nadie”, que el ser humano va aprendiendo de sus propias experiencias y que el error es también un medio de aprendizaje, independientemente de estos conceptos, padres de familia, maestros y orientadores tienen como misión específica aportar en la formación integral para que las nuevas generaciones sigan asimilando y entendiendo que, junto a la ciencia, la práctica de valores es indispensable para la vida.
Indudablemente uno de los deberes inaplazables de la familia es el ejemplo. Gibran Talid decía: «Nuestros hijos no son nuestros, son hijos del anhelo de la vida. Podemos darles nuestro amor, mas no nuestros pensamientos, porque ellos tienen los suyos propios. Podremos esforzarnos a ser como ellos, pero no intentemos hacerlos como nosotros., porque la vida no retrocede ni se detiene con el ayer».
Desarrollar a este tiempo la tarea educativa compartida resulta compleja y asumir en toda la dimensión el proceso formativo se convierte en verdaderos retos para padres de familia, profesores y estudiantes, cada quien dentro del rol que le corresponde. Como progenitores inculcando en su descendencia principios y valores, porque lo que se trae desde el hogar firme se mantiene.
En los educadores su misión siempre estará encaminada a compartir con niños y jóvenes sus conocimientos, pero sobre todo a brindarles confianza no sólo en los momentos críticos, sino en el diario vivir extendiendo su mano de amigos para lograr una agradable convivencia. El estudiante, hoy absorbido por la tecnología a no dejarse sumergir en el mar de las excentricidades que atentan contra su formación y dedicándose más bien a través del estudio a caminar por el progreso.