Todos los días elevo plegarias al Creador por haberme permitido, al lado de Kande ser las raíces de esta noble y generosa familia colmada de todas las virtudes existentes en el mundo y que cada instante lo demuestran por su abnegado respeto y cariño con sus semejantes, por el celo permanente del cuidado de sus hogares y fiel acatamiento de nuestra sagrada doctrina.
Quiero aprovechar este maravilloso instante que me brindan para decirles que ese frondoso árbol que con incalculable amor les brindó la sombra y hoy noto que sus hojas se están marchitando y el viento se las lleva dejando en mi corazón un inconfundible dolor, dolor que lo domino cuando revivo el recorrido de mis 95 años y me inclino ante la imagen del Señor para darle las gracias por haberme deparado de compañera a Kande una mujer, como ya les he dicho varias veces y que repito con frecuencia porque son bellos sentimientos y palabras imborrables para mí.
Los dioses del Olimpo colmaron en un brillante crisol mitológico todas las virtudes, todas las bellezas, todos los aromas y de allí emergió esta noble mujer que después de 61 años 2 meses y 10 días, de estar a su lado pienso que ese crisol era muy pequeño ya que su nobleza, su sencillez su purificada moral, su acrisolado respeto, su alabada belleza, su sensible y marcado interés por el bien del prójimo, su veneración y acatamiento por las cosas divinas y la comprensión de su sublime misión de esposa, de madre, suegra, de abuela y bisabuela, han sido los marcados factores para buscar y llenar con creces este gran crisol de amor y felicidad que nos embarga .
Gracias Señor por habernos brindado este instante que congrega a la familia alrededor de esta mesa para degustar, no solo los manjares aquí servidos, sino los afectos y el amor que nos profesamos.