
La irresponsabilidad de nuestras cortes no tiene límite. Cada semana profieren una sentencia donde, contrario a la realidad, ratifican que por estos días se vive el disfuncional gobierno de los jueces, tan grave como las más perversas autocracias.
Quienes conocemos en primera persona el infierno de la adicción, no estamos más que derrumbados al presenciar como la Corte Constitucional decidió aplicarle al país la controvertida teoría del “libre desarrollo de la personalidad”, importada en mala hora por el exmagistrado Gaviria. Darle rienda suelta en los espacios públicos al consumo, es condenar a las autoridades locales y regionales a quedar indefensas ante el crimen organizado, que, durante las 24 horas del día, amparado en este tipo de garantías, controla territorios y hace crecer de manera exponencial el número de adictos, mayoritariamente niños y jóvenes.
Colombia pasó de ser un país importador de cocaína a uno de los centros de consumo más grandes del mundo. Decisiones irresponsables como la de los magistrados de la Corte Constitucional, que no conocen ni han visto la tragedia de la drogadicción, son las que dan lugar a que aventureros como Petro se atrevan a identificar el consumo del azúcar con el de cocaína, que lleva al adicto a padecer una enfermedad primaria, progresiva, incurable y mortal, y que lo vincula como víctima y victimario en el 70% de los hechos de violencia en Colombia.