Hago un paréntesis en las Crónicas de viaje que he venido publicando, para no sustraerme a lo que pienso sobre las reformas que pretende impulsar el gobierno actual, ni tan claras ni tan de interés nacional, solo benefician a la minoría, y en particular a su jefe político como es el caso de la tan cacareada reforma a la justicia.
No sé si el partido de gobierno le habrá preguntado a la mayoría de los colombianos su pensamiento, por ejemplo, respecto a la reforma a la justicia, un embeleco que pretende llevar a la celebridad a un presidente timorato e indeciso, que un día afirma una cosa y otro día otra. La justicia para el colombiano es que sea efectiva; que quien comete delito pague su pena. Poco le importa al colombiano común y corriente quien juzga al presidente o a los congresistas. Y a ese término raro que él no entiende: “los aforados”. Le interesa que quien robe los recursos públicos los devuelva y vaya a la cárcel para que pague cadenas reales. A él, me refiero al pueblo, le interesa que los violadores de niños sean conminados en cárceles y que nunca dañen a otros niños. Le interesa que quien cometa un feminicidio reciba un castigo ejemplarizante. Le interesa que quien cometa hurto, distribuya alucinógenos, desfalque el erario público, tenga un castigo pronto y efectivo. Le interesa que la justicia y el sistema carcelario sea blindado de la altísima corrupción que los afecta, donde para ingresar un objeto a un recluso hay que pagar, donde para conseguirle espacio a un recluso donde ponga su colchoneta para dormir, no tengo que pagar altos costos a las mafias de prisioneros y guardianes que manejan la vida de los internos en los centros carcelarios. Incluso, a los colombianos, no les interesa que haya una corte o dos, o diez, siempre y cuando los delincuentes no se burlen del estado de derecho; donde, como dice el mismo presidente, “El que la haga, la pague”.
Igual pasa con la reforma tributaria y de pensiones. ¿Dónde está el interés nacional en estos temas?, se habrá preguntado el gobierno. Pues sin duda está en muchos empresarios que evaden los impuestos. Esculquen en la informalidad y se darán cuenta que muchos de los llamados comerciantes informales son los mismos que camuflan sus negocios con tendales que ocupan el espacio público. La inmensa mayoría de vendedores informales son los mismos propietarios de negocios en locales convencionales, y lo hacen para evadir impuestos. Aún, en muchos negocios, preguntan, cuando se va a comprar un artículo, si desea o nó factura. En cuanto al sistema pensional, en este país quien logra una pensión, así sea de salario mínimo, es un afortunado. Es un rico. Y es mucho decir que quien se pensiona con ochocientos mil pesos sea un burgués, cuando el 77% de los colombianos no lo logran. Los pensionados son una minoría privilegiada, apenas llega al 23%. Ese es el verdadero problema de las pensiones en Colombia: la inmensa mayoría de campesinos, trabajadores informales, amas de casa, mujeres cabeza de hogar que nunca van a tener acceso a una pensión para su vejez; muchos de los cuales tienen que conseguir con el sudor de su frente su sustento hasta el día en que mueren, o vivir de la caridad pública. El problema no es la pírrica minoría que logra pensionarse. Y por ese camino van el resto de reformas del gobierno Duque.