Es normal que el disenso haga parte de la democracia. Las mal llamadas “unidades nacionales”, no son otra cosa que una castración de la democracia. En tales “unidades nacionales” aparecen más caudillos que líderes. Cuando un gobernante no quiere tener oposición llama su estilo de gobierno “unidad nacional”. En una democracia madura, lo normal es que haya oposición, obviamente oposición democrática. Una oposición que proponga alternativas –además, se debe dejar gobernar al elegido-. A mi juicio, las así denominadas “revocatoria del mandato” no es sana.
Si la elección fue limpia, ¿para qué revocarle el mandato al elegido? Los mecanismos de la oposición son la forma democrática de hacerle ver al gobernante que no está cumpliendo. La revocatoria del mandato es un desgaste inútil y es de pronto el resentimiento social del derrotado que quiere reivindicar las posibilidades de superar el frustrado intento de no haber sido elegido. Por otra parte, la revocatoria del mandato es una forma de declarar la ilegitimidad de la elección; de alguna manera es un insulto a los electores. Pues bien, volvamos a la polarización. Si no hay propuestas distintas, entonces, ¿qué alternativas tienen los electores? La polarización es sana y es propia de una democracia.
Justamente ahí está el juego de la democracia. En los regímenes comunistas no hay polarización, es un solo partido el gobernante; los electores no tienen otra opción. No conozco ningún país comunista democrático; conozco la dictadura de partido, que es otra cosa; es una pseudodemocracia. De hecho en los tres pasos para el acceso al poder del sistema comunista, está la dictadura del proletariado. En estos sistemas se borra todo disenso; el disenso se “purga” como lo dice Alexander Solzhenitsyn en el “Archipiélago de Gulag”. Los que disentían del sistema eran llevados a los campos de concentración de La Siberia. La verdadera democracia consiste en un gobierno fuerte que gobierna y una oposición fuerte que propone alternativas si es necesario y evita dictaduras de una de las ramas del Poder Público. La llamada “mermelada”, no es otra cosa que una complacencia del gobernante con todos los partidos para que no tenga oposición: eso, sencillamente no es democracia.
Es vender la conciencia por un plato de lentejas. Ser críticos es lo propio de una democracia. Las reelecciones en nuestras democracias tropicales no han resultado muy sanas. Definitivamente no es sana la reelección, ni de presidente, ni de magistrados de las altas Cortes, ni los ejecutivos de los Órganos de Control. Con ello se juegan muchas cartas debajo de la mesa. No cabe duda que en muchos aspectos, podemos todos estar de acuerdo; al fin y al cabo, la democracia es la búsqueda del Bien Común. Una oposición marcada por el resentimiento y el odio, le hace mucho mal a la democracia. Hay malos perdedores que marcados por el resentimiento de su derrota, no la aceptan de ninguna manera, viven amargándole la vida al gobernante de turno. Esos resentidos sociales y políticos, en llegando al poder, se vuelven los más crueles tiranos. Por algo se dice en la sabiduría popular que, no hay peor verdugo que aquél que ha sido esclavo.