La felicidad no es un golpe de suerte, es una necesidad humana vital y el principal propósito de la vida. De allí la importancia de darle connotación de asunto de estado, cuyo mejor ejemplo en el mundo lo tiene Bután, el pequeño reino que se ha puesto como meta hacer felices a sus habitantes y que inspiró a la ONU a crear una política mundial sobre la felicidad.
Hoy hay múltiples investigaciones sobre el tema. Unas muy científicas y otras demasiado especulativas. Desafortunadamente lo esotérico ha terminado reclutando un montón de gente ávida de ‘estar bien’ pero se convierten más bien en víctimas de mercaderes de la salud. Compran menjurjes, pócimas, cremas, yerbas, ´productos naturales’, etc.
Su efecto es controversial y su costo injustificable. Debemos alertar sobre estos productos ‘milagrosos’ y debe mantenerse la cautela ante su consumo. En realidad deberían definitivamente evitarse, para no caer en decepciones.
Ante esto llama la atención un estudio sobre el comportamiento humano realizado por una de las más prestigiosas universidades del mundo y apoyado por personal científico. Se trata de un trabajo sistemático sobre la quid de la felicidad liderado por el Dr. Robert Waldinger un médico investigador, doctorado en Psiquiatría por la Escuela de Medicina de Harvard, psicoanalista, sacerdote Zen. Dirige además la Escuela de Desarrollo Humano de la misma Universidad. Su exitosa investigación sobre la felicidad, fue realizada durante 75 años y con tres generaciones, lo cual le da una enorme consistencia y credibilidad.
Las diferencias son abismales frente a la coyuntura actual, en medio de un mundo, mediático, facilista y afectado por la publicidad y la mercadotecnia. Cuando Waldinger le pregunta hoy a sus estudiantes ‘millennials’ (Generación y o generación del milenio) lo que esperan lograr en la vida para ser felices el 80% le responde dinero y el 50% le responde fama.
Pero el estudio de Harvard concluye que ni el dinero ni la fama dan una vida sana, plena y mucho menos feliz. Si lo que muchos esperan (el dinero y la fama) no son factores que llevan a una vida feliz entonces la pregunta del siglo es: ¿Cuál es la clave de la felicidad? Y la respuesta es muy simple: tener relaciones humanas saludables y constructivas.
Lo anterior significa que detrás de todo ello existe un proceso para edificar un ser humano con grandeza y sabiduría, que logra una enorme aceptación de los demás. Que es capaz de dar mucho para recibir así mismo lazos de amor profundo y genuino.
Este estudio también muestra que la soledad es una condición que en el tiempo provoca una buena cantidad de enfermedades físicas y psicológicas. Es importante aclarar que se puede estar solo aún rodeado de amigos y se puede estar solo en un matrimonio (o familia) disfuncional.
De hecho Waldinger aclara que en su estudio las personas que decidieron permanecer en matrimonios conflictivos y poco afectivos mostraron efectos dañinos aún peores que el de la soledad. Tener muchos amigos (y en el mundo de hoy muchos en Facebook) no califica para tener relaciones humanas saludables y constructivas.
Las personas que vivieron más años, con salud, más felices no eran aquellas personas que tenían las mejores posibilidades, ni las que hacían ejercicio excesivo (vigorexia), ni las que trabajaron más duro, ni las que tenían más fama o fortuna. Las personas que mostraron las vidas más plenas, saludables y felices son aquellas que dedicaron muchos años de su vida y mucho esfuerzo a construir relaciones profundas de confianza a prueba de crisis, relaciones positivas, de amor, de respeto y de crecimiento personal. Allí está posiblemente la nuez del asunto, de la felicidad legítima.