La ola de inseguridad que por todas partes golpea a la segunda ciudad de Bolívar no tiene nombre. En los últimos días los índices de atracos a mano armada, asaltos, violaciones y muertes violentas ha arreciado de tal manera que se le ha salido de las manos a las autoridades policivas ésta situación.
A pleno sol y en las propias puertas de las viviendas, se presentan casos de atracos a incautos ciudadanos que cruelmente son despojados de sus pertenencias sin que exista por cuenta de la Policía capturas a los delincuentes.
Los barrios residenciales de la ciudad, corregimientos y zonas de diversión son escenarios predilectos para la consumación de delitos contra el patrimonio ciudadano. No existe reacción de las autoridades, ni mucho menos respuesta a la inseguridad que galopa por las vías públicas con total impunidad.
Muchos observadores aducen que este flagelo que azota a Magangué se debe en parta a la grave situación económica de la población, a una juventud descompuesta por la droga y la pasividad de las autoridades civiles y policivas frente que son complacientes con esta racha delictiva nunca antes vista en el municipio.
En Magangué existen programas de recomposición del tejido social con eventos dirigidos a la juventud, la generación de empleo y la inclusión social y sin embargo el flagelo del pandillísmo y la drogadicción aumenta.
Estamos en el décimo mes del año y se acerca la temporada de Navidad y fin de año, en donde por lo general se incrementa la inseguridad y el caos es mayúsculo. Si aún no se ha acabado el año, como será en diciembre cuando la época es propicia para los atracos callejeros y el raponazo. Dios nos guarde de este maremágnum y que se apiade también de los más débiles.