PICARDIA Y LA HONRADEZ
Dos palabras, dos connotaciones diferentes, representan dos polos opuestos.
El uno se refiere a la malicia, sagacidad, astucia, no sé si a ustedes les parezca un orgullo representar alguna de estas palabras anteriores, la verdad es que en un país en el que la picardía y otras palabras más definen lo malo de los colombianos, las cosas que no queremos mostrar, las que nos da pena reconocer, el antivalor que queremos desechar, resulta preocupante reconocer a un candidato presidencial al que le gusta la picardía. No sé qué será de este país, o mejor digo, claro que si lo sabemos, a diario nos encontramos con hechos de picardía en la gestión pública: el que cobra el consabido soborno, el que se aprovecha de los recursos del estado y los encarga a un intermediario que no tiene ningún control por parte de la Superintendencia Bancaria, el que cobra y el que paga un contrato no ejecutado en su totalidad, grandes elefantes blanco los tenemos en todos los tiempos, el que recibe recursos por parte del estado sin necesitarlos como sucedió con Agro Ingreso Seguro, o el que aspira que le den tierras para sembrar, tierras de desplazados y cuyos beneficiarios están relacionados con fuerzas oscuras de nuestra “sociedad”. Es la mal llamada malicia indígena, acto ruin que a diario nos muestra ejemplos de la gestión pública mal practicada. No me imagino que a sus hijos en el colegio les enseñen a ser “vivos”, a tomar lo que el otro dejó olvidado, o lo que se le cayó en la calle, a no devolver el dinero que nos da de más el señor de la tienda para citar unos pocos ejemplos. Tampoco me imagino un presidente al que le guste la picardía. Estas actitudes le hacen daño a la sociedad, nos descomponen y aíslan, generando desconfianza, porque el equilibrio de una sociedad se basa en la confianza de todos sus miembros.
Por otro lado, tenemos la honestidad, lo real, lo auténtico, la cualidad que permite ser justo, lo que nos convierte en mejores ciudadanos. Los valores que debemos inculcar en nuestra sociedad llena de violencia y sin oportunidades, necesitan partir de la honestidad para lograr el cambio cultural necesario. Estamos cansados de tanta corrupción, de que, en este país, político sea sinónimo de ladrón en el lenguaje de la gente. Cambiemos de una vez por todas ese destino oscuro que vislumbramos desde el momento en que nacemos, en el que la capacidad, la preparación y la transparencia son excluidas la mayoría de las veces a la hora de elegir por parte del estado, llámese un funcionario público, o un aspirante a una beca, o a un millonario contrato que cambiará la calidad de vida de un municipio o región, porque a pesar de los esfuerzos, resulta lejano todavía aplicar el método de la meritocracia con personas que piensen y gusten de la picardía, camino expedito a la corrupción. La rectitud, integridad y la decencia, honra con virtudes a la vergüenza que nos tiene sometido la clase política reinante en nuestro país, así que, a la hora de votar, usted elige entre la picardía y la honradez.