Nos sentimos felices

No podemos dejar pasar por alto lo del domingo 28 de julio, todo nuestro país y seguro en todos los lugares del mundo donde hubiese un colombiano, estaban pendientes del televisor, esperando que un joven paisano nuestro, de humilde cuna, sencillo como el que más, amoroso con su familia, se convirtiera en el nuevo campeón del Tour de Francia.
Egan Bernal nos hizo sentir feliz, alegre, contento, dichoso, bienaventurado, una vez más las góticas de amor de ser colombianos y ver cómo París se llenaba de camisas amarillas, llenos de orgullo, para acompañar a este joven corredor, que se subiría a la grada más alta del podio a recibir honores y escuchar con la mano en el corazón nuestro himno nacional, coreado por innumerables paisanos con el arco del triunfo en el fondo.
Se confirma el respeto que se tiene para con los ciclistas de nuestro país, y en el corazón sentimos, cómo en los dos últimos días del Tour, aparecían tres de los nuestros conformando los colores de la bandera de Colombia: Bernal el amarillo, Quintana el azul y Urán el rojo, integrantes del top 10 del Tour.
Egan ganó porque lidera su vida con optimismo. Por su persistencia, seriedad y sus convicciones profundas. Por su disciplina. Porque se ha forjado desde la cuna para ser campeón como ciclo montañista o como rutero. Porque pedaleo mejor que todos con la osadía propia de su juventud.
Egan siempre ha entendido que los campeones se construyen desde el corazón, sin desfallecimientos ni resignación. Sin vanidades, sin las fanfarronadas propias de algunos campeones, Egan asimila los elogios de los medios, que ensalzan con excesos o destruyen con descaro.
Pero no solo es él, también lo es su equipo. Lo son sus padres y los dirigentes que vieron en él su calidad de rutero, que lo formaron y lo apoyaron.
Egan es Nairo, es Rigo, es Cochise o Parra, Niño, Lucho, Rafael Acevedo, Botero, Peña, Rincón o “Patro” quienes abrieron y fortalecieron el camino. Es Miguel Ángel Bermúdez, Agustín Moreno, Jorge Ovidio González, dirigentes visionarios; es el campeón Rueda, Piedrahita Pacheco, Arrastía Brica o Moncada Campuzano quienes con sus vibrantes relatos elevaron el fuego emocionado de la afición.
Siempre el deporte nos une, cuando juega la selección Colombia, el país se viste de amarillo. Nos olvidamos de las diferencias que nos hacen tanto daño, pues esa polarización en la que hemos estado inmersos se convierte en el lastre que impide nuestro crecimiento, estoy convencido que, si estas desaparecen, seríamos uno de los países, no solo en América, de mayor desarrollo.
Tenemos todo de lo que los demás carecen, dos mares que lo bañan, productos de todos los climas, por contar con valles y montañas, ríos que lo cruzan, inmensas lagunas en sus entrañas. Pero contamos con seres con muchos odios que corroen los corazones y unos que se quedan para sí, con la riqueza del Estado, que debe ir al bien común de todos.
Ojalá que esta emoción que sentimos por los triunfos de Egan Bernal permanezcan, para que cuando tengamos que elegir, sea, los mejores, que nos garanticen que los dineros del Estado no sigan yendo a los bolsillos de los corruptos.