Quienes respaldan una eventual confrontación armada entre países hermanos como lo son Colombia y Venezuela, guerrerista de tiempo completo, muy seguramente ni saben el costo de una guerra, ni muy seguramente sus hijos harán parte del frente de batalla de la acción.
La polémica se prendió, cuando el vice de los Estados Unidos, dijo que una eventual acción bélica de Venezuela, contra nuestra nación, seria respaldada por eso potencia, que considera a Colombia su país aliado, y todo arrancó cuando el presidente de esa nación no descarto una intervención en ese país para solucionar la crisis que vive el hermano pueblo venezolano como consecuencia de la dictadura de su presidente Maduro.
Y no paso mucho tiempo luego de estos anuncios, cuando los guerreristas -que de guerreristas no tienen nada porque hacen la guerra detrás de los escritorios- salieron a respaldar esta acción bélica sin medir las consecuencias, no solo para el pueblo colombiano, sino para el hermano pueblo venezolano.
Una guerra es mucho más que una palabra.
Una guerra es muerte, desolación y destrucción, es pueblos abandonados, familias separadas, eso es una guerra que quienes la promueven no la viven ni la sufren.
Todos sabemos quiénes son los que la promueven en nuestro país y muy seguramente la harán como una cortina de humo para tapar sus incapacidades.
Ahora bien, nuestro valiente y poderoso ejército colombiano ha demostrado su capacidad en muchas gestas, pero no nos llamemos a engaño; nos superan en armamento y en la modernidad del mismo de lejos.
Para hacer una guerra se necesitan dos y no creemos que el pueblo colombiano respalde una acción contra el hermano pueblo de Venezuela.
No se puede desconocer que el pueblo venezolano tiene y afronta una dura crisis; esos es cierto y no se puede tapar, pero ese es un problema que debe ser resulto por el mismo pueblo venezolano y no por otros.
El bravo pueblo, como lo dice su himno, saldrá adelante y como reza el mismo, del yugo se liberara.
Resulta muy facial hacer y promover la guerra desde los escritorios, cuando ni los hijos ni familiares cercanos de los que la promueven, no están al frente.