En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar, habiendo seriamente estudiado las propuestas y conocido la posición de los candidatos.
Existen amplias formas de participación en la vida pública por parte de los ciudadanos cristianos y no cristianos: Contribuyendo por medio de su voto, fomentando una orientación política adecuada, apoyando opciones legislativas que favorezcan el bien común.
Recalcamos que la Iglesia católica venera entre sus santos a numerosos hombres y mujeres que han servido a Dios a través de su generoso compromiso en las actividades políticas y de gobierno. Entre ellos, Santo Tomás Moro, proclamado Patrón de los gobernantes y políticos, quien supo testimoniar hasta el martirio la “inalienable dignidad de la conciencia”, sin abandonar “la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones”. Dio testimonio con su vida y su muerte que “el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral”.
Por lo tanto, un católico no puede eludir su responsabilidad civil, ya que eso sería cederle paso al mal. Como lo mencionamos en el artículo anterior, el hecho que nuestro país esté plagado de corrupción en todas sus esferas, en este caso particular la política, no nos exonera de responsabilidad, más bien nos reta a trabajar por una sociedad mejor.
Es importante resaltar la legítima libertad de los ciudadanos católicos elegir las opciones políticas compatibles con la fe y la ley moral natural, y que, según el propio criterio, se configura mejor para desarrollar estrategias en bien de toda la sociedad.
La libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca violar los derechos ajenos.
Tengamos muy en cuenta que el bien común debe estar por encima de los intereses personales. No se debe votar por quien se conoce con certeza, viola sistemáticamente la ley, aunque por otra parte tenga buenas propuestas. Un católico, por tanto, no debe votar por candidatos que favorezcan la corrupción, la inmoralidad y que solo busquen su beneficio personal.
El testimonio de Cristo en la comunidad política, reviste una particular importancia para la Iglesia. Ciertamente, no entra dentro de la misión de la Iglesia la formación técnica de los políticos. Su misión es, sin embargo, dar su juicio moral también sobre cosas que atañen al orden político, cuando esto sea requerido por los derechos fundamentales de la persona y por la salvación de las almas. La Iglesia se concentra particularmente en educar a los discípulos de Cristo, para que sean cada vez más testigos de su presencia en todas partes.
En definitiva, el católico comprometido realmente con el evangelio debe participar activamente en las causas sociales y en defensa de la dignidad de los más pobres. Debemos tener muy en cuenta que la política es un ámbito muy importante del ejercicio de la caridad. Esta exige un fuerte compromiso en la construcción de una vida digna, cimentada en los valores religiosos, bajo cuya altísima jerarquía coopera a la gloria de Dios.