Como cada año, el anuncio del aumento del salario de los congresistas desató una polémica nacional. A los representantes a la Cámara y senadores les acaban de hacer un incremento del 4.5% en su sueldo, que ahora es de $32.747.755.
En un país en el que los trabajadores que devengan el salario mínimo ($828.116) tuvieron un ajuste de $46.874, resulta difícil que el grueso de la población vea con buenos ojos que los congresistas tengan un aumento de $1.409.932, sobre todo si la mayoría de esa población tiene una imagen negativa de su clase política.
La comparación entre el ingreso de la clase trabajadora y el de los congresistas refleja un país inequitativo, sí. Tal vez el problema no es que los congresistas ganen mucho, sino que muchos colombianos ganan muy poco, pero aquí hay otros factores que se deben considerar.
Si bien el Estado es el que determina el salario de los congresistas, son los ciudadanos quienes, mediante el voto, eligen a los legisladores, es la propia gente la que determina quiénes tendrán ese ingreso, y pese a tener esa facultad, el grueso de los colombianos sigue votando mal.
Si los electores votaran mayoritariamente por candidatos capaces, formados, con experiencia y libres de malos antecedentes y malas compañías, el nivel del Congreso de la República sería otro, y ahí, tal vez, un salario de $33 millones se podría ver como un pago justo.
La apuesta, entonces, debe ser elegir a congresistas que justifiquen su salario. En el sector privado los altos ejecutivos tienen ingresos similares e incluso superiores, pero nadie pone en duda que lo merezcan, pues se ganan cada peso con cumplimiento y resultados, ¿por qué no puede ser así en el Congreso?.