El DANE acaba de revelar su reporte del crecimiento del PIB en el año 2018 y su registro del 2.7% muestra un importante repunte con relación al año 2017, que fue del 1.4%, prácticamente lo duplicó. Como es bien sabido, la economía colombiana pasó por un largo período de letargo durante los cuales la tasa de crecimiento del PIB venía en caída libre, a consecuencia del reflujo del boom minero-energético y la consiguiente caída de los precios del petróleo, el carbón, el oro y el ferroníquel, especialmente. En efecto, durante los últimos tres años el crecimiento del PIB se deslizó desde el 4.9% en 2013 hasta tocar fondo en 2017, cuando gracias al efecto rebote y al mejor desempeño del sector manufacturero, especialmente, dicha tendencia se revirtió el año anterior.
Este ritmo de crecimiento de la economía lo avizoraron los 39 analistas que fueron consultados a comienzos del año para la Encuesta Mensual de Expectativas Económicas por parte del Banco de la República cuyo pronóstico promediaba el 2.65%. No obstante, nos parece demasiado arriesgada la apuesta del Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla al aventurarse a proyectar un crecimiento del PIB del 3.6% para el 2019. Fedesarrollo es más prudente y vaticina un crecimiento del PIB para este año más modesto, del 3.3% y analistas de la firma comisionista Alianza lo calculan en la horquilla entre el 3% y el 3.4%. Creemos que el Ministro está pensando con el deseo cuando, además, aspira a que el crecimiento potencial, que había caído desde el 4.8% al 3.5%, se nivele tan pronto en el 4%, ganando medio punto porcentual.
Como ya quedó dicho la reactivación de la industria del dio el mayor impulso al crecimiento del PIB en el 2018, al pasar del terreno negativo en el que estaba el año anterior con un decrecimiento del -1.8% en 2017 al 2%. A este respecto vale la pena acotar que, si bien este resultado es positivo y alentador no es satisfactorio, habida cuenta que dicho crecimiento viene en declive, pues después del brinco que dio del -1.2% en el primer trimestre de 2018 para pisar terreno positivo en el segundo trimestre con un crecimiento del 4.4%, este se descolgó en el tercero y cuarto trimestre al reducir su rítmo de crecimiento al 3% y 2.5%, respectivamente. Por esta razón nos parece muy puesta en razón la observación del economista investigador del Bbva Research, refiriéndose al sector manufacturero, en el sentido que “su tendencia reciente aún no refleja una tracción significativa y, además, su resultado aún se ubica por debajo del PIB total”.
El sector de minas y canteras sigue siendo el patito feo, esta vez fue el único sector de los 12 considerados cuyo crecimiento se mantiene en terreno negativo, aunque hay que reconocer que su caída del -0.8% fue leve y que la contracción del mismo viene cediendo, pues en el 2016 fue de -2.5% y en 2017 del -5.7%, lo cual nos indica que lo peor para este sector ya pasó. Según manifiesta la industria extractiva, la conflictividad social en las zonas en donde operan aunada a la falta de seguridad jurídica están entorpeciendo dicha actividad y frenando su crecimiento. En palabras del experto Eduardo Chaparro, “hay una severa exposición de esta industria a no saber qué pasará mañana y así las cosas, el empresario se acuesta en un campamento minero y amanece en un parque natural”.
Se espera que esta recuperación de la economía se pueda consolidar aupada por la política expansiva que puso en marcha la Junta directiva del Banco de la República para contrarrestar la desaceleración de la economía, bajando de manera sostenida la tasa de intervención hasta llevarla al 4.25%. También se espera que la favorezca el buen comportamiento de los precios del crudo, que cerraron el año anterior en US $71 el barril, US $7 más que en 2017, estimándose que este año fluctúe alrededor de los US $65 el barril.
También puede coadyuvar a mejorar aún más el ritmo de crecimiento de la economía la decisión del Gobierno de descongelar los ingentes recursos sin ejecutar del Sistema General de Regalías (SGR) e invertirlos en proyectos de interés regional que siguen atascados en los OCAD. Empero, la inoficiosa e inconveniente Ley de garantías se interpone en el camino, convirtiéndose en un freno de mano que lo puede impedir. Esta Ley no tiene sentido después que se abolió la reelección presidencial, que fue la que la motivó, por esta razón lo más recomendable sería su inmediata derogatoria.