En algunos países subdesarrollados como Colombia, cualquier obra de infraestructura demora un siglo para su culminación, cuando se interponen problemas de orden económico, logístico y político.
En nuestra subregión de la Depresión Momposina sí que hemos sufrido con el aplazamiento de obras de impacto social, empezando por la cacareada carretera en la isla de Mompox y los puentes que interconectan la zona con el resto del país, como el famoso puente de EL Violo que con menos de cien metros de longitud demoró cinco años para su entrega.
Ahora nos viene el tema del puente Roncador o de la Reconciliación sobre el rio Magdalena, el cual aunque se construyó con celeridad en menos de dos años y medio, se encuentra en el peor dilema de su historia al anunciar el gobierno nacional que no hay presupuesto para la construcción de la variante Santa Fe-Camilo, quedando automáticamente inutilizado el puente porque el Ministerio de Transporte no lo abrirá hasta tanto se defina cómo va ser el paso de vehículos y en qué dirección.
Para muchos entendidos en el tema, la culpa de que no se haya definido la variante la tiene la clase dirigente de Magangué porque se enfrascó en su tiempo, en una discusión bizantina sobre la conveniencia o inconveniencia de que la vía ´pasara cerca de Magangué y que si no era así, entonces esta ciudad se condenaría al abandono.
Ahora ni lo uno ni lo otro, ya que el Ministerio de Transporte tiene la última palabra sobre de donde van a salir los recursos para la construcción de la obra. Mientras tanto existe la gran expectativa en la región sobre la inauguración del puente más largo de Colombia, el cual la firma contratista ha anunciado que estaría listo a fin de este año 2019, pero dependiendo de si se construye la variante.
Como siempre, en este país macondiano y de locos, las obras salen a las patadas y con miles de discusiones y retrasos. Amanecerá y veremos.