En nuestro país relacionamos la felicidad con los logros que obtengamos, por ejemplo cuando adquirimos un carro vamos a ser felices, lo mismo que cuando nos graduamos de la universidad o encontramos a nuestra media naranja.
Sin embargo Colombia se constituye uno de los países latinoamericanos más desiguales, según estudios realizados por expertos de talla mundial. Se han hecho investigaciones sobre trabajo, calidad de vida, calidad en servicios como salud, transporte e impuestos en relación con el ingreso que demuestran que esta es una nación que no cabe en los cánones del desarrollo capitalista y que tiene graves problemas de miseria, desempleo y pobreza.
Lo más irónico es que se ha venido posicionando como uno de los países más felices en los últimos años, según varias encuestas. El interés de esta columna es analizar la incidencia de la desigualdad, provocada por el modelo capitalista, en la construcción social y cultural de la felicidad así como en la transformación de su significado en la sociedad contemporánea de Colombia.
Distintas manifestaciones y movimientos sociales de carácter económico, político, filosófico y cultural han pretendido disminuir las diferencias abruptas entre los países “potencia” y los “subdesarrollados”. Aun en la actualidad subsisten todavía los ideales del discurso ideológico de la Revolución Francesa de libertad, democracia e igualdad, pero, ¿y qué pasó con el valor común en donde la convivencia y el respeto por el otro era uno de los pilares fundamentales en las sociedades? ¿Dónde quedan el buen manejo del ocio y la felicidad?
En este sentido la sociedad contemporánea lo que hace es acentuar imaginarios colectivos que reafirman la jerarquía socioeconómica del sistema capitalista en el que estamos inmersos. El grado de felicidad hoy en día depende de la capacidad individual que se tenga de adquirir bienes materiales con los cuales satisfaga sus necesidades básicas y, sobre todo, las suntuosidades; esto no significa otra cosa más que la transformación social y cultural de los significados y significantes al servicio del modelo consumista y las ansias de opulencia.
Las relaciones sociales se han modificado hoy con las nuevas tecnologías y las redes sociales, al punto de quitar todo el sentido a la vida y a la experiencia humana: si haces algo y no lo haces saber por una red social, es como si nunca lo hubieras hecho.