El domingo se confirmaron los pronósticos de los resultados electorales en Brasil, Jair Bolsonaro candidato de derecha alcanzó 57.797.848 millones de votos, que equivalen al 55,54%, frente a Fernando Haddad perteneciente al Partido de los Trabajadores, quien saco 47.040.904, ósea el 44%. La diferencia entre Bolsonaro y Haddad es de casi 11 millones de votos lo que confirma el vuelco que podría dar este país en manos una persona que genera miedo dentro y fuera por sus posiciones autoritarias, xenófobas y excluyentes. A pesar de ello no creo que vaya a ser fácil que este presidente logre imponer sus políticas autoritarias que serían como apagar el fuego con gasolina para tratar de resolver males como la violencia, la iniquidad y la pobreza en este país emergente. Brasil duró casi veinte años bajo la dictadura militar, pero antes había logrado tener un desarrollo científico-tecnológico en sectores tan importantes como la industria, la agricultura, defensa y la explotación petrolera; todos estos componentes considerados estratégicos en su economía fueron liderados de manera contundente por el Estado. Su política nacional se sustentó en la educación y la innovación de ahí que Brasil se convirtió en una potencia en América Latina y el mundo.
Brasil después de la dictadura militar y la llegada del modelo neoliberal continua en la senda de crecimiento, pero como todos los países abandonaron sus políticas sociales impulsadas por el estado y dejadas al garete a las fuerzas del mercado. Esto generó una profunda desigualdad hasta convertirse en una nación con altos índices de pobreza y violencia en los lugares conocidos como las favelas; allí las fuerzas de policía no entran. Durante esta época la inestabilidad de Brasil provocó crisis y gobiernos fallidos. Al finalizar el siglo veinte con la llegada a la Presidencia de Fernando Henrique Cardozo, le permite a Brasil retomar la senda de crecimiento al impulsar la apertura de nuevos mercados y los tratados de libre comercio como estrategia para disminuir la inflación. Cardozo precede el mandato de Lula Da Silva en 2003 en representación del PT, quien recibe un país con un crecimiento e inflación estable, pero con grandes problemas de corrupción y pobreza. La corrupción es un fenómeno que ha perseguido a todos los partidos en los diferentes gobiernos incluido el Partido de los Trabajadores que terminó salpicando al Presidente Lula Da Silva, con sus temibles tentáculos de una de las empresas que también internacionalizó la corrupción como es Odebretch
La gran pregunta es si el giro que dará Brasil por la llegada de Jair Bolsonaro es hacia instaurar un régimen autoritario con todos su efectos en la política social y económica de una nación que se ha construido a partir de la educación, la innovación, la tecnología, la investigación y la diversidad empresarial en donde también el modelo cooperativo ha permitido un desarrollo rural más colectivo y asociativo con grande avances hacia la democratización y modernización del campo a pesar de las los grandes problemas. Esperemos que el movimiento social, los partidos políticos democráticos y la economía solidaria defiendan los principios de la democracia.