El 26 de agosto se celebró el día del tendero en Colombia. Los megacentros comerciales y las ventas virtuales no le restan importancia histórica y socioeconómica a la tienda. Gracias a la tienda la humanidad trascendió del medioevo a la modernidad.
Los artesanos habían abandonado los feudos, fundado sus talleres y empezaban a recorrer el mundo vendiendo mercancías. Emergían las ciudades y aparecían las tiendas como ícono de las nuevas costumbres citadinas. Sin las tiendas hubiese sido imposible el desarrollo urbano porque este espacio, además de su importancia económica, desde su aparición tuvo connotaciones sociales.
La tienda permitió que las urbes se construyeran en superficies alejadas de los campos agrarios y de los centros industriales, porque al convertirse en las despensas de las ciudades facilitaron la supervivencia de las poblaciones. No aparecían los primeros medios de comunicación y la tienda fue el lugar de encuentro de los vecinos.
El tendero se acreditó la simpatía colectiva debido a la función social de su negocio que por su cercanía a los hogares, evita el desgaste de tiempo y de energía humana y, por su confianza hacia los vecinos, les suple las obligaciones crediticias. Las primeras tiendas tenían el voluminoso libro de los fiados o a la entrada había un gran aviso que rezaba “Hoy no fío, mañana sí”.
Los tenderos más sinceros colgaban un cuadro con las fotos de dos colegas, uno escuálido, roto y arruinado, el otro alegre y boyante, con sus pies de fotos que indicaban: “Yo vendí a crédito” y “Yo vendí al contado”. Felicitaciones a este ser paciente y perseverante.