Interesante el papel de las redes sociales como “Catón” de censura. Quedó demostrado con el cantinflesco episodio de los Ambuila: una presumida hija quien, gracias a los ingresos mal habidos de su progenitor -un funcionario de aduanas- expone el esplendor de su soberbio estilo de vida en redes sociales.
Conciertos internacionales, vehículos de alta gama, destinos turísticos privilegiados y prendas y accesorios con etiquetas de prominentes firmas de la moda no sólo dieron para llenar contenidos de redes sociales, sino que encendieron las alarmas en un país no muy caracterizado por sentir alegría con el bienestar ajeno.
Para la economía es bueno que se muestre el éxito y la vida esplendorosa. Los economistas lo llamamos “Efecto Demostración”, un efecto que produce en los observadores el deseo de emular el triunfo y la superación. Pero debo subrayar -quien lo creyera que sea necesario- que este “Efecto Demostración” es positivo si el éxito de que trata es consecuencia del trabajo, disciplina y capacidad emprendedora ejercidos dentro del marco de la ley.
Las explicaciones de los Ambuila para justificar tamaño esplendor van desde el comercio inmobiliario, la potestad de ser “net influencer” y rematan con el carácter portentoso del Creador.
¡Los hechos son incontrovertibles! Sin embargo, más allá de la conducta criminal de los funcionarios implicados y del efecto demostración que martirizó a muchos, inclusive por el condimento racial envuelto; lo que considero verdaderamente condenable es el impacto que pudo haber tenido la conducta del funcionario al permitir contrabando durante tanto tiempo.
¿Cuántas empresas de bien habrá quebrado por estos gusticos? ¿Cuántas personas perdieron su empleo como consecuencia? El quid del asunto.