El futuro inmediato de la humanidad no puede ser más dramático; con preocupante celeridad se manifiesta en distintos rincones del planeta, todos los días, los efectos del cambio del clima como consecuencia de la proliferación de CO2 y la paulatina destrucción de la capa de ozono; amen de tormentas, temperaturas extremas, sequia o al contrario regímenes pluviométricos exorbitantes; todas condiciones climáticas que afectan la producción agropecuaria y amenazan la supervivencia de especies vegetales y animales y generan situaciones de riesgo de seguridad alimentaria y a la integridad física de las comunidades. A pesar de evidencias contundentes que señalan las afectaciones al clima, como un factor que incide en la movilización masiva de poblaciones enteras; la reacción primaria de muchos habitantes de los países receptores de estos inmigrantes; no es contra los generadores de los gases efecto invernadero sino contra los migrantes, circunstancia que políticos de derecha han aprovechado para exacerbar la xenofobia, el racismo y todo tipo de exclusiones a las minorías.
Las políticas promovidas por el consenso de Washington, que anunciaban un mundo mejor, cumplieron su cometido, enriquecieron sin medida a sus promotores, pero tendieron un manto enorme de pobreza sobre el resto de los habitantes del planeta y facilitaron a los propietarios del gran capital el uso abusivo de los limitados recursos de la naturaleza, ocasionando los desequilibrios ambientales que sufrimos.
La desesperanza de millones que han perdido calidad de vida y otros que nunca la han tenido, facilita a populistas disfrazados de defensores de valores tradicionales, engañarlos ofreciendo soluciones que se basan en arremeter contra aquellos que presentan como sus adversarios, a quienes culpan de usurpar sus puestos de trabajo.
Cuando los trabajadores reclaman por los bajos salarios, se les acusa de pretender liquidar las empresas; cuando los agricultores solicitan precios justos para la venta de sus productos, como ocurrió en reciente foro en Brasil para examinar la situación de los cafeteros, la respuesta es que el mercado es el mercado, y como una graciosa concesión de las multinacionales que forran sus bolsillos con el negocio del café, su vocero, un economista que funge como progresista, ofrece limosnas para mantenerlos en su pobreza.
Los cambios negativos ocasionados a la naturaleza y a las sociedades provocaran alteraciones profundas en el modo de vida que tenemos, que se truequen en positivos dependerá de la actitud que asumamos a la hora de definir quienes dirijan el futuro.