El Presidente Iván Duque había dicho durante su campaña que “las empresas están asfixiadas con tanta carga tributaria…debemos bajar impuestos para que puedan generar más y mejor empleo”. Luego, el Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla haciendo eco a estas palabras sostuvo que el sistema tributario “es muy agresivo con las empresas formales”. Y fue más allá, diciendo que “tenemos una estructura tributaria que castiga severamente la competitividad, la formalidad, el empleo y el emprendimiento y, por lo tanto, el crecimiento a mediano plazo de la economía. Tenemos que arreglar ese problema”.
Y, efectivamente en la reforma tributaria, que disfrazaron de Ley de financiamiento ( Ley 1943, aprobada a finales del año anterior) se le bajó la tasa marginal del impuesto de renta a las empresas del 34% al 30%, buscando abaratar el uso del capital en Colombia y, como si esto fuera poco, además de mantenerle las gabelas impositivas otorgadas en reformas anteriores le aprobaron otras más, con un costo fiscal que ronda los $10 billones (¡!). Utilizando la frase del Ministro Carrasquilla, “ese problema” lo arreglaron a su manera. Advertimos que ello era un espejismo, que ese alivio tributario se traduciría en mayores utilidades para las empresas, pero no iban a generar más empleo y los resultados están a la vista.
Como es bien sabido el crecimiento del PIB en el primer trimestre de 2019 estuvo por debajo de las expectativas del gobierno, del Banco de la República y de la previsión de centros de pensamiento tan serios como FEDESARROLLO y ANIF. El magro crecimiento alcanzado, de sólo 2.29%, resulta insuficiente para estimular la generación de empleo. Según el Gerente de investigaciones económicas del Banco de Bogotá Camilo Pérez, históricamente se requería de un crecimiento de 2.5% anual para que el mercado laboral estuviera en equilibrio, esto es que la tasa de desempleo interanual ni suba ni baje. Esa era la “cifra mágica”, pero ahora la economía es más exigente, según sus estimaciones sólo un ritmo de crecimiento del PIB del 3% permitiría estabilizar la tasa de desempleo.
Como nos lo recuerda ANIF, “a la economía colombiana le tomó una década bajar la tasa de desempleo del 20% durante la crisis hipotecaria de fin de siglo a cerca del 10% durante 2009 – 2014”. Después que en el 2013 dicha tasa cayera hasta un solo dígito, durante los años 2014 y 2015, la tasa de desempleo cayó de manera persistente del 9.6% al 9.1% y 8.9%, respectivamente, a partir del año 2016 dicha tendencia se revirtió, registrando el 9.2%, el 9.4% y 9.7%, en su orden, durante los años 2016, 2017 y 2018.
Después de 6 años de tasas de desempleo de un solo dígito, en mayo se completaron 6 meses consecutivos en niveles de dos dígitos, desde que en diciembre del año anterior se alcanzó la tasa de 10.7%. Como lo sostiene ANIF, “esta tasa de desempleo encontró un punto de resistencia estructural a niveles del 9% en 2015 y ha tendido a agravarse posteriormente”.
En efecto, según el DANE, en mayo de este año la tasa de desempleo se situó en el 10.5%, 0.8 puntos porcentuales por encima del registro para el mismo mes en 2018 (9.7%), el más alto desde 2012 cuando alcanzó el 10.7%, alejándose de la meta que se fijó el Presidente Iván Duque en su cónclave reciente con su gabinete en la hacienda presidencia Hato grande, de 7.9% para el 2022. Ello es tanto más preocupante habida cuenta que dicho incremento en el número de desempleados se da a la par de una caída de un punto porcentual de la tasa general de participación (TGP), de quienes buscan activamente trabajo, la cual pasó del 64.1% en mayo de 2018 a 63.1% en mayo de 2019. Ello lo que refleja el desánimo de quienes buscan infructuosamente un trabajo y al no lograrlo se resignan a engrosar la población inactiva.Huelga decir que de haber sido más alta la TGP la tasa de desempleo habría sido mayor.
Es de anotar que entre 2005 y 2015 el promedio del crecimiento de la oferta laboral fue del 2% anual, luego bajó a 0.67% en 2018 y entre enero y abril de este año sólo el 0.47%. Entre tanto la demanda laboral creció entre los años 2005 y 2015 a un ritmo de 2.4% y entre 2015 y 2018 a duras penas el 0.7%. Por su parte la tasa de ocupación pasó del 57.9% en mayo de 2018 a 56.4%, es decir se perdieron 1.5 puntos porcentuales.
De las cifras suministradas por el DANE se infiere que en la actualidad están ocupadas 22.16 millones de personas, 290.000 menos que un año atrás, 2.6 millones de desempleados, 191.000 más, y 14.1 millones de inactivos, 596.000 más en mayo de este año con respecto al mismo mes del año pasado. Si sumamos los que perdieron su empleo el último año con los que se sumaron a la población inactiva, en el último año no sólo no se ha generado más empleo sino que la destrucción neta de empleo alcanza la cifra de 787.000 plazas, lo cual es una barbaridad!
Al desempleo abierto se viene a sumar el que se disfraza bajo la modalidad del subempleo y la informalidad; hace un año, según el DANE, representaba el 39.1% de las personas ocupadas y ahora este porcentaje se elevó al 43.3%, para un incremento de 614.000 personas, con ingresos precarios, que se sustraen del empleo decente. Es de destacar que el sector en donde se han perdido más empleo es en el sector agropecuario (327.000, aproximadamente), el mismo que acusa la informalidad laboral más aberrante con el 89% (¡!). Esta, según el Director del Observatorio del Mercado de Trabajo Seguridad social de la Universidad Externado de Colombia Stefano Ferné, es “una verdadera catástrofe laboral que tiene precedentes sólo en noviembre de 2008, cuando la crisis financiera internacional deprimió el crecimiento de la economía colombiana”. Así de grave!
[1] Miembro de Número de la ACCE