La consulta contra la corrupción se vio opacada por la falta de compromiso de muchos ciudadanos, lo que se reflejó en que no se alcanzara el umbral que es de 12.140.342 votos, es decir el 33.33 por ciento del censo electoral. De todas maneras, siendo un mecanismo democrático dentro del marco de la Constitución, es una campanada de alerta frente a lo que ocurre en el país político.
Esta vez no hubo rostros, debates, campañas intensas, antagonistas, ni tampoco la tensión que se vive en un debate electoral normal. No hubo publicidad en la televisión, el tamal, el almuercito y los buses. Sin embargo, lo que faltó fue los cinco centavitos para el peso: apenas fueron 468.922 votos para alcanzar el umbral requerido. Si se programaba junto con las elecciones presidenciales, como en un principio se había propuesto, otro gallo estaría cantando.
También faltaron cuñas en la televisión, hacer un poco más de pedagogía, se presentó un poco de confusión porque algunos políticos dijeron que las preguntas de la consulta ya estaban incluidas en la Constitución y la ley. Pero también las campañas en contra fueron contundentes, como es el caso del senador Álvaro Uribe, que en un principio dijo que la apoyaba, luego, una vez ganan la Presidencia, cambió el discurso.
Esto nos dice que hay muchos pobres y miserables que ven en Uribe su salvador, por su gran capacidad de hacer populismo de derecha que le permite mantenerlos ilusionados, y eso no se puede desconocer. A pesar de los cuestionamientos y los llamados a indagatoria que le han hecho, les gusta la voz dictatorial y el militarismo porque confían en un gobierno autoritario. Es el significado de que nos falta crecer políticamente.
No obstante, no disponiendo los suficientes recursos, es decoroso el haber obtenido los 11.671.420 votos; podemos decir que verdaderamente son significativos porque opera la voluntad y la conciencia, el inconformismo, el cansancio por tanta corrupción y desgreño administrativo.
La consulta es un mecanismo de participación popular estipulado en la Constitución del 91, sin embargo, es importante tener en cuenta que es la primera vez que se hace uso de la misma. Tengamos presente que las revocatorias de mandato se han intentado varias veces, pero solo una sola vez se logró ese propósito en Tasco, un pequeño municipio de Boyacá.
Mientras que el plebiscito por la paz, que no requería de umbral, fue fallido porque le faltaron tan solo 50 mil votos para que fuera aprobado. En aquella oportunidad lo que se vio fue una contracampaña mentirosa que afectó los resultados. No obstante, el presidente Santos los hizo aprobar en el Congreso mediante el famoso fast track, o vía rápida. Así se logró aprobar los acuerdos de paz negociados en La Habana con la guerrilla de las Farc, que posibilitó que hicieran la dejación de armas y se reincorporaran a la vida civil.
El Congreso debe ponerse a la altura de lo que significa este hecho político, son 11.671.420 votos que no son fáciles de conseguir, por lo tanto, mediante proyecto de ley, se debe tener en cuenta punto por punto para ser aprobado. Es un clamor ciudadano, teniendo en cuenta que el Presidente fue elegido con 10.300.000 votos, esta vez se lo superó con más de un millón de votos: eso implica recursos económicos y esfuerzos humanos extralimitados.
Hay que reconocer la estrategia empleada por los promotores de la campaña que al ritmo de reguetón lograron impactar a la sociedad colombiana y movilizarla; a los miles y miles de jóvenes y adultos voluntarios que dedicaron su tiempo dinamizando las redes sociales y saliendo a las calles a convencer al votante con la entrega del volante y el diálogo directo en un tú a tú.
En conclusión, fue una campaña exitosa a pesar de las limitaciones. Lo que no se perdona es que mucha gente que pudiéndolo hacer, se quedó en la casa viendo televisión, se dejó engañar y no cumplió con un deber ciudadano. Hacer comentarios sin un detenido análisis no aporta a la dinámica social, lo que vale es la participación activa. Estamos convencidos, ganó la ética, la transparencia y la decencia.