Esta pasada Navidad y el Año Nuevo me han sorprendido con una nostalgia que en años anteriores no había experimentado, pienso que tal vez es normal que esto suceda así, puesto que se avecina mi cumpleaños número 94 y aunque mis facultades mentales permanecen intactas, no así la estabilidad de mis miembros inferiores los cuales se han resentido notablemente.
Cada día que pasa, siento la necesidad del uso del bastón, el cual solo usaba cuando salía a la calle, pero ahora no lo abandono y cada paso que doy dentro del apartamento, debo hacer su uso, a veces cuando por alguna circunstancia se me extravía – lo que pasa a menudo porque se me confunde por su color caoba con algún mueble del mismo color, al intentar dar pasos sin su ayuda de inmediato mis piernas me notifican que lo necesitan.
La verdad es que en la medida que los años pasan, se hacen necesarios objetos que son indispensables para la vida. Recuerdo que al cumplir mis cuarenta años de edad, un día noté que leía con dificultad, las letras se me confundían, eran mis ojos que me estaban diciendo: necesito ayuda, luego fue la audición, notaba que en las reuniones no captaba sino a medias o nada lo que hablaban.
Para fortuna del ser humano, todas las deficiencias se van presentando lentamente cuando ya hemos estudiado y aprendido mucho de lo necesario para el buen vivir, y, para dichas deficiencias, la ciencia ha inventado artefactos con que suplirlas o por lo menos mejorarlas; por ejemplo: los lentes para la vista, audífonos para la sordera, el bastón para ayudarnos a dar pasos con seguridad.
Resta decir y ello hay que manifestarlo con franqueza, todo cuanto necesitamos para suplir lo que se va perdiendo, conlleva una cierta dosis de pesar, por eso cuando esto llega, es conveniente asesoría sicológica, ya que el orgullo nos impide entender que el problema se presentó y como tal hay que resolverlo.
Esto pasa con los lentes, uno se resiste a su uso porque lo consideramos manifestaciones de vejez, de los audífonos ni se diga y del bastón que en una época fue signo de distinción, ahora cuando vemos a alguien usándolo, seguidamente pensamos en su decrepitud.
No nos quejemos tanto de los deterioros que el paso de los años produce, y usemos a tiempo esos artefactos inventados por la inteligencia del hombre para enfrentar dichas deficiencias. Tanto es así, que hoy los mutilados reemplazan los miembros perdidos por prótesis funcionales .
Pero los hay también que exhiben sin pena ninguna algunos de estos artefactos como un caballero que a diario se embarcaba a la misma hora en el bus en el cual yo lo hacía camino a mi trabajo¸ dicho sujeto sin ninguna pena, bostezaba y al mismo tiempo retiraba su prótesis dental como para exhibir dos brillantes colmillos forrados en oro.