Ayer miércoles se dió inicio al tiempo de cuaresma. En este día se realiza una celebración que tiene una particularidad especial para los católicos: Se hace la imposición de la ceniza.
Con el Miércoles de Ceniza, los fieles católicos comenzamos a vivir en un clima de penitencia para arrepentirnos de nuestros pecados y convertirnos de corazón. Desde este punto de partida, todos los católicos estamos llamados a vivir los próximos cuarenta días en profunda reflexión sobre los acontecimientos acaecidos durante la Semana Santa, teniendo presente estas dos palabras claves de este tiempo: Arrepentimiento y conversión.
La imposición de la ceniza tiene como objetivo recordarle al fiel su origen: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. Con un sentido simbólico de muerte, caducidad, humildad y penitencia, la ceniza ayuda a que mires en tu interior y descubras que necesitas de la misericordia de Dios. Ayuda a reconocer que somos débiles, que vamos a tener un final y que necesitamos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús para poder llegar a vivir junto a Él en el Reino de los Cielos.
Esta mirada a la interioridad de uno, de reconocer las fallas y querer arreglarlas, entran en la dinámica de las dos palabras claves de la cuaresma. Al reconocer nuestros pecados, nos arrepentimos y al querer cambiarlos nos convertimos
Para vivir este tiempo de la mejor manera posible, la Iglesia propone tres actividades primordiales, destinadas a fomentar un crecimiento espiritual y cierta mortificación exterior: La oración, el ayuno y la limosna. Estas tres formas de penitencia demuestran una clara intención de reconciliarse con Dios, con uno mismo y con el prójimo.
La oración es la forma de expresar nuestra relación con Dios. El constante diálogo con nuestro Padre, la meditación a conciencia de su palabra, es la relación personal que todo cristiano debe aspirar. Se va haciendo más fuerte, fruto de esa relación que se entabla en el hablar con Él.
La oración es tu relación con Dios y, por tanto, debes preocuparte por hacerla cada vez mejor. Incluso, se podría considerar para algunos una mortificación por lo que exige: Tiempo. Hay que renunciar a ese tiempo que le dedicaríamos a la televisión, a las redes sociales, al deporte o simplemente dormir, para poder hablar con Dios. En la oración de oraciones – el Padrenuestro -, Jesucristo describe cómo ha de ser nuestro trato con el Padre.
El ayuno, apunta a que el fiel adquiera dominio sobre sus instintos y libere su corazón. Como dijo Jesús: “No solo de pan vive el hombre sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Aprender a dejar de lado eso que queremos comer o tomar, para darle lugar a Dios en nuestra vida, es otra excelente manera de vivir la cuaresma.
La limosna nos permite renunciar a un bien propio para darlo a un hermano que lo necesita. Hoy en día, la gente vive muy apegada a lo que le pertenece, a lo que tiene. Saber dejar de lado todo eso para poner al prójimo por encima de las cosas materiales, devuelve el orden natural de las cosas a nuestro interior, siendo todos los seres humanos iguales ante Dios y peregrinos para llegar a Él.