
Cascajal, Bolívar, corregimiento de Magangué, a tan solo 11 kilómetros de la cabecera, vía terrestre, bañado por un sistema cenagoso que ilumina el pensamiento de sus habitantes y alegra sus sentimientos, donde la honestidad es como una flor tejida con hilos de luz que inspira a quien la cultiva y esparce claridad en derredor, fundado por el oficial español Antonio De la Torre y Miranda, el 24 de octubre de 1774, se engalana religiosa y culturalmente para brindarles homenajes a sus patrones, los día 21 y 22 de noviembre: la Virgen del Perpetuo Socorro y Jesús de Nazareno; lleva más de un siglo celebrando esta fiesta, desde el 21 de noviembre de 1877, cuando el padre Porto de Sincé obsequio a la comunidad la Virgen, día, según el calendario litúrgico del santoral de la Iglesia Católica, de la Presentación de la Santísima Virgen; después, en 1879, de Mompox trajeron a Jesús de Nazareno y le asignaron el 22 de noviembre. (Archivo Religioso Iglesia Santa Bárbara de Mompox) como ya estaba establecido el día 21 de noviembre como día de nuestra Patrona Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, el 22 de noviembre se lo asignaron a Jesús de Nazareno, así se establecieron las fechas de nuestros patrones.
Jesús Nazareno
Virgen del Perpetuo Socorro
Los atractivos que tiene la fiesta patronal de Jesús Nazareno, pero ante todo de dar a conocer que la fe de un pueblo católico asentado en esta región sigue intacta ya que la distancia de sus devotos no es obstáculo para que estén presentes en ella, y que Cascajal siga siendo ejemplo de comunión cristiana.
Uno de estos motivos de encuentro en Cascajal, pueblo de paz y ternura, es la festividad religiosa. Todos los cascajaleros y cascajaleras, de dentro y fuera del pueblo, se siente unidos por ese lazo de pasión generacional en torno a la sencilla pero histórica imagen de sus patronos. La participación emocionada en los actos religiosos, la unión alegre y afectiva en el recorrido procesional, en las canciones de sus salves, en la proclamación de las loas y mandas al santo Jesús, son ejemplos de una religiosidad popular que fructifica afectos en los corazones y, en las miradas de los habitantes de un pueblo que sabe transformar la raíz emotiva de su historia en abrazos colectivos y reconciliadores. Una religiosidad sin cadenas, sin ataduras, libre de penumbras y de temores, una religiosidad basada en la esperanza de un pueblo que se une para mirar en una sola dirección, allá donde la contemplación se humedece de frenesí y de alegría, la entrañable y querida imagen de Jesús de Nazareno