Una vez terminado la jornada de paro que se desarrolló el jueves anterior en algunos municipios del país, se desencadenó un vandalismo sin presentes que nunca se había presentado. Este es el resultado del inconformismo generalizado contra el accionar gubernamental que se ha venido intensificando a través de la aplicación incoherente de los instrumentos de la política macroeconómica. Todos conocemos que las causas se originan por estas iniciativas públicas que se han implementado en otrora y que el actual Gobierno Nacional, ha intensificado contra el bienestar de las familias en Colombia, pero que los miembros que integran el equipo económico del alto gobierno se resisten a aceptar su equivocación. Dicha actitud ha generado un rechazo total, que se manifestó hace dos días en las principales rutas de las marchas que se desarrollaron de manera pacífica en la mayoría de las ciudades del territorio colombiano.
A través de los medios de comunicación televisados, los colombianos tuvimos la oportunidad de observar con tristeza y con indignación como las nuevas generaciones que se encuentran preparando académicamente en algunas instituciones de educación superior y que fueron infiltrados por sectores externos a las jornadas, desencadenaron violentos episodios de vandalismo. La rotura de ventanas, destrucción de la infraestructura productiva, saqueos a establecimientos públicos y privados, incendios, grafitis en muros y paredes, ataques violentos contra la Fuerza Pública, destrucción de algunas instalaciones oficiales y privadas, son entre otros, los daños que provocaron estos desadaptados sociales, que desbordaron la capacidad de respuesta de las autoridades.
Igualmente, la jornada violenta terminó con la convocatoria a través de las redes sociales de un cacerolazo, en las horas de la noche, que fue atendida por la mayoría de las familias en las principales ciudades capitales del país. Todo lo anterior, es un mensaje claro de la población colombiana contra el estilo del actuar gubernamental y del Congreso de la República, para reorientar la política económica de Colombia.
No se compadece que se esté pensando que haya que atender los lineamientos esbozados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que junto con defender a capa y espada a los conglomerados económicos, se esté pensando en la estructuración de reformas laborales, modificación al Sistema General de Pensiones, alza mensual de los precios de los combustibles y a la modificación de la estructura tributaria del país, que están exacerbando a todo el pueblo colombiano. El presidente Duque con su equipo de gobierno, junto al legislativo y a las altas Cortes, deben atender el clamor popular que exige una reorientación al direccionamiento estatal.