Por razones obvias el Estado debe tener una fuente de financiación para lograr sus fines esenciales, sobre todo en temas como salud, educación, saneamiento básico y todo lo que implica el funcionamiento de todas las ramas del poder público [ejecutiva, judicial y legislativa] entre otras. Lo más tozudo del asunto es encontrar el punto arquimédico y virtuoso, esa fórmula mágica que halle un perfecto maridaje entre los gastos de funcionamiento del Estado y la posibilidad que los ciudadanos, incluso, los de clase baja [que son la mayoría] puedan disfrutar sus misérrimos ingresos, y no lo digo de forma despectiva, soy testigo que casi todas las personas que ganan el salario mínimo, no tienen opción distinta a sobrevivir y, si habláramos de esa mayoría que no gana ni si quiera el mínimo, sería como conmemorar que siempre podremos estar peor que antes.
Pere este tema no solo se soluciona con una discusión política ni social, entra aquí la cuestión: ¡de las políticas económicas y la financiación de un País! para el caso de Colombia como a nivel mundial, se hace a través del IVA. Este impuesto al valor agregado es una carga fiscal sobre el consumo promedio que en el mundo ronda alrededor del 15%, y en América Latina promedia el 8,5%, colocándonos en el tercer lugar más alto de la región con el despiadado 19% y existiendo países vecinos y con ingresos per cápita superiores al nuestro, como Panamá (7%), Paraguay (10%) y Ecuador (12%), ganando en Dólares el primero y el último.
El IVA, Castigan el consumo de las clases, si bien es cierto que las que más consumen son las clases altas, las más afectadas son las clases bajas porque no tienen capacidad de ahorro, siendo un tributo que al no decrecer [para los de menos capacidad económica] es totalmente regresivo y termina afectando el mínimo vital de los menesterosos, toda vez que no solo de gravan los alimentos básicos; también en los países Latinoamericanos existen impuestos a las rentas, a las jubilaciones, a los ingresos, al patrimonio, eso empeora el escenario del contrato social del Estado sobre los ciudadanos. Pero la peor pesadilla no solo está en los impuestos, “es la inflación la que castiga con más potencia a los individuos de menores ingresos” afectando su capacidad de compra.