La Constitución Política de Colombia, con 28 años de existencia, es una carta de navegación relativamente joven, a pesar de ello el nuestro es un texto constitucional desgastado por más de 40 reformas.
Grandes aciertos tuvo la constitución en su creación, como la implementación de mecanismos de participación ciudadana que ha permitido una mejor defensa de los derechos fundamentales y mayor participación política.
También hubo desaciertos que se explican por el convulsionado momento que vivía el país ante el asedio del narcotráfico y los cambios generados por el acuerdo de paz con el M-19.
Hoy las circunstancias políticas, económicas y sociales son distintas pero igual de convulsionadas. Por esto a pesar de la relativa juventud de la constitución una constituyente puede ser el camino más expedito para encontrar las salidas que el país requiere.
Los cambios políticos y judiciales y los ajustes necesarios en la Jurisdicción Especial para la Paz se lograrían a través de la Asamblea Nacional Constituyente, con el compromiso de todos los sectores activos que permitan la integración de un país polarizado.
La misma constitución estableció que la asamblea constituyente es uno de los mecanismos previstos para su reforma.
No se puede asegurar, como señalan sus opositores, que sería utilizado de manera desbordada, porque en ella tendría representación todo el pueblo, lo que permitiría un equilibrio en su integración.
En estos momentos de gran agitación resulta oportuna y conveniente la convocatoria de una constituyente, delimitando, eso sí, los aspectos que deben ser objeto de reforma, ya que los avances logrados con la actual Carta Política en materia de salvaguarda de los derechos ciudadanos, deben permanecer indemnes.