Terminó el año con todo lo bueno y lo malo que en el 2018 nos pudo pasar. Así como hubo días grises que nos llenaron de dolor, también los hubo de amor y de felicidad que nos dieron el coraje y la suficiente fuerza para continuar nuestro batallar. Una posibilidad de empezar para los que lo requieran es el reto que a partir del 1 de enero tendremos bajo el mismo sol que alumbrará el 2019, en el que la fe y la esperanza en la vida y en el Señor, para quienes somos creyentes, nos mantendrán atentos día tras día durante su transcurrir. Estos días navideños, cuya festividad celebramos después de la temporada de Adviento comienza, según las normas universales del Año Litúrgico, desde las Vísperas de la Navidad del Señor hasta el domingo después de la Epifanía, que es la fiesta del Bautismo, o domingo siguiente al 6 de enero o Reyes Magos. Es la Navidad un alto en el camino en la que todos hacemos una introspección en nuestras vidas para determinar que dejamos y qué sueños e ilusiones nos han de acompañar el nuevo año. Nuestro paso por este mundo no siempre es color de rosa. Hay momentos de felicidad como de inmensa tristeza. De ahí la importancia de esta introspección, de ese alto en el camino, para corregir nuestro rumbo, nuestro camino. La sabiduría de la India enseña cuatro leyes que el mundo conoce como Leyes de la Espiritualidad. La primera dice: “La persona que llega es la persona correcta”. Nadie a nuestras vidas llega por casualidad. Las personas que nos rodean son como maestros que nos hacen aprender y avanzar en cada situación. La segunda dice: “Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”. Nada de lo que nos sucede pudo ocurrir de otra manera. Si hubiera hecho tal cosa, hubiera sucedido tal otra. No. Todas y cada una de las cosas que nos suceden son perfectas, así nuestra mente y nuestro ego se resistan a aceptarlo. La tercera dice: “En cualquier momento que comiences es el momento correcto”. Todo comienza en el momento indicado, ni antes ni después. No es cuando nosotros queramos, es, cuando estemos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas. Y la cuarta y última ley dice: “Cuando algo termina, termina”. Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestro crecimiento y evolución. Hay que avanzar de la manera en que la vida se nos presenta. No podemos volvernos locos con procesos de depresión y tristeza, por lo que ya no es ni existe. Si estos sencillos mandamientos fuésemos capaces de aplicar en nuestro día a día, seríamos indudablemente más coherentes y por supuesto propiciaríamos más fácilmente la felicidad. La comprensión de estas cuatro leyes debiera ser un propósito irrenunciable ahora que comenzamos un nuevo año, el cual deseo lleno de ventura y prosperidad para todos mis lectores y anunciantes. Feliz año.