Con ese nombre se encuentra en español el largometraje documental que cuenta el ascenso y caída de Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil. Contado en primera persona y sin esconder la filiación política de la directora Petra Costa (no tendría en todo caso por qué hacerlo), el documental presenta la urdimbre de intrigas, traiciones y corrupción que sacaron a Rousseff del poder y llevaron a Lula a la cárcel; con el posterior ascenso de Bolsonaro a la presidencia en unas elecciones crispadas y con brotes de violencia. En la estructura del relato la autora se permite por momentos la duda y la crítica sobre los personajes principales a pesar de lo que los mismos encarnan en su ideario personal. Este aspecto, junto a la evidente presencia cercana de la cámara en momentos álgidos de culpa y expiación, le otorgan al documental un importante valor de registro y versión válida de un periodo fundamental en la historia moderna del país más grande de este pedazo sur del continente. No es gratuito entonces que esté nominado al Oscar, compitiendo con otras grandes obras cinematográficas como la siria “The Cave”, gran favorita que nos cuenta la historia de un hospital subterráneo en la bombardeada región de Guta Oriental; o la norteamericana “American Factory”, peli que nos cuenta las tensiones que se viven en una fábrica regentada por chinos en suelo estadounidense. Todos los docus están más que recomendados y disponibles en distintas plataformas.
Podría considerarse que “Al filo de la democracia” se sitúa cerca de la línea militante que caracterizó al documental latinoamericano desde la década de los sesenta del siglo pasado. Figuras fundamentales como los argentinos Fernando Birri y Pino Solanas, el chileno Patricio Guzmán, los brasileros Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, o la colombiana Martha Rodríguez; entre muchos más con enorme talento que vinieron después, marcaron un momento histórico en que en el cine confluían las intenciones de ser registro, memoria, representación y detonante de momentos sociales coyunturales.
Por supuesto, y como cualquier otra obra de arte, el cine documental presenta la versión que el director tiene del mundo y los hechos que cuenta. Como se ha dicho tantas otras veces, verdad y versión no son lo mismo; y la subjetividad del arte no permite escapar de lo segundo para perseguir utópicamente lo primero. Sea documental o sea ficción, lo que vemos es un “punto de vista”, tal y como lo definió el cineasta francés Jean Vigo hace casi 100 años.
Así como Petra Costa lo hizo en Brasil, es fundamental que en Colombia plasmemos, registremos, contemos y conozcamos distintos puntos de vista sobre nuestra historia reciente; sin miedo a la censura y dejando clara la intención del que cuenta. Necesitamos más cine documental, más pantallas para el mismo, más apuestas por las voces regionales; y, sobre todo, más predisposición de la audiencia. Que no sea frase de cajón eso de que el cine es el álbum familiar de un país. Vamos a ver docus.