Mujer singular, fuera de lo común, nacida en Madrid, de baja estatura, cabello rubio, ojos pequeños verdosos, de aguda inteligencia, con lenguaje fluido, con un acento español madrileño fácil de reconocer, fundó un periódico en Madrid, por los avatares de la vida, llegó a Colombia a finales del gobierno de Ernesto Samper, a ocupar un cargo, meditando desde luego combinar el ejercicio de éste cargo, con el periodismo, la niña de sus ojos y su pasión de nunca acabar, desde cuando se despierta hasta cuando se duerme, toda su actividad gira alrededor del periodismo; llegó a Colombia, el lugar donde tenía que llegar; un país como bien se sabe repleto en todos los frentes por problemas complejos dándose las condiciones para ella y así lo percibió desde el momento de su llegada para ejercer el periodismo en su estilo predilecto; sacar a la luz pública a través de las letras, los hechos que de cualquier manera afectan la convivencia pacífica de los colombianos y que impide y han impedido el desarrollo económico y social; abandonó el cargo en poco tiempo para dedicarse de pleno al periodismo, hasta la luz del sol, con un estilo muy original, por tener el privilegio de ser una periodista independiente, diciendo la verdad, hiera a quien le hiera, pero, con un fin concreto; la de construir y reconstruir, tuve el honor de conocerla en Magangué hace unos tres años cuando coincidimos en un almuerzo social donde fuimos invitados por el alcalde de entonces, doctor Marcelo Torres Benavides, quién todavía recuerda ese episodio social, estuvo también compartiendo con nosotros unos periodistas magangueleños entre ellos, Rodolfo Zambrano Vesga, conversé muy poco con ella, pero, me causó grata impresión al diagnosticar de ella una mujer excepcional, en estos días volvió a Magangué a participar en la primera cumbre socioeconómica para el desarrollo de Magangué, tuve nuevamente la ocasión de dialogar con esta aguerrida periodista, pero, con mayor amplitud de tiempo en el cual pude establecer una mayor identificación de su personalidad; no siendo colombiana de nacimiento admirablemente sufre en carne propia más que el colombiano más colombiano, los problemas que nos agobian, cuando me relataba el fusilamiento que puso en práctica las FARC de niños reclutados por esa guerrilla al sospecharse de cualquier manifestación que ellos dieran en desacuerdo con prácticas de los subversivos que pudieran desertar, evitando con estos viles asesinatos, que abandonaran la agrupación y pararan en poder del ejército colombiano dando información sobre sus ubicaciones y movimientos, noté que se le ruborizó el rostro, al mismo tiempo que cerró sus manos y me mostraba los puños como muestra de tristeza acompañada de ira al actualizar en su mente en esos momentos estos impiadosos asesinatos de inocentes.
Con mucha confianza (inter nos), me habló muy adolorida como se malbarata el patrimonio público por corruptos inescrupulosos y con rabia y mostrándome los puños, “es que se roban todo, por lo menos que hagan algo, y roben, pero que hagan algo, pero que no se roben todo, que se invierta algo para la salud de los colombianos, que no se mueran en las aceras de las EPS, que no se roben el dinero de los alimentos de los niños, porque tienen que robárselo ”.
Sus escritos en el tiempo sobresalen por lo corto y sustancioso, siempre en ellos poniendo en práctica las enseñanzas de Gracián: LO BUENO, SI BREVE, DOS VECES BUENO, crónicas con buena sindéresis y buen manejo gramatical, da gusto leer sus escritos, enseñan y deleitan.
Personalmente, para obtener información de propia mano, pasa trasladándose de un lugar a otro de la geografía nacional, con sacrificios y con muchos riesgos, porque en muchas zonas donde tiene que ir, están repletas de delincuencia, aun así llega y se documenta y publica sus crónicas con fundamentos fidedignos, lo que le ha conferido mucha credibilidad en los miles de admiradores y seguidores.
La situación de Colombia fuera otra, si así como Salud contáramos con centenares de periodistas que ejercieran esta profesión con independencia, sin vender la primogenitura por un plato de lentejas, recordando el episodio bíblico de Esaú y Jacob.