A sus 12 años Esperanza se despertaba temprano para ayudar en su casa, para cuidar de su hermana, peinarla, cambiarla, cocinarle y llevarla al colegio. Decía que no jugaba, que su hermana era su única muñeca y que en el colegio a veces no aprendía porque los profesores faltaban mucho a las clases.
En ocasiones su mamá la gritaba porque no hacía las cosas correctamente, pero ella seguía buscando su amor. Sin embargo, al terminar el año todo cambió porque perdió quinto de primaria. Su madre la reprendió con una palmada. Esa que quizá fue la peor de toda su vida, la que más sintió y que la llevó a un lugar oscuro en el suroriente del país.
“Los profesores no iban a clases muchas veces y en otras lo hacían solo porque sí, uno realmente no aprendía. Mi mamá me pegó fuerte y yo me fui corriendo en una yegua que me regaló mi papá hasta un árbol en el monte porque había tigres”, relató Esperanza.
Mientras lloraba en el árbol un hombre caminaba en el monte y la escuchó, tras preguntarle el por qué, se refirió a un problema similar que él tuvo, persuadiéndola para que se integrara en un grupo armado ilegal, en el que “no tendría que sufrir”.
“Él me dijo que con su mamá le pasó similar y que dentro de las filas no me iba a pasar eso. Me fui buscando ese amor que no encontraba en mi casa, además el hombre resultó ser tío mío así que me fui”, comentó Esperanza, quien ya es una profesional.
Al principio, las cosas marchaban con tranquilidad para Esperanza con respecto al resto de niñas y niños que estaban en las filas porque debían servir de informantes con las autoridades o cargar fusiles, las tareas a las que se dedicaba eran de cocina o ranchar. Tenía algunos “privilegios” -dice-. El horroroso concepto que había dentro del grupo era que para obtener un mejor trato debían acceder física o sexualmente.
Cuando su tío murió hubo un giro de 180 grados, ya las tareas eran severas, desde las labores de inteligencia hasta patrullar en distintos sitios o poner explosivos.
Esa no era la clase de adolescencia que se imaginaba, no era el amor que estaba buscando ni el entorno en el que mejor se sentía. Quiso escapar, memorizaba los caminos, los ríos hasta hallar la carretera. Analizó bien cuándo podría ser el momento, en un primer intento la atraparon, la amordazaron y la amarraron a un árbol por dos meses. Ahí todo era oscuridad, peor aún contrajo malaria por la exposición constante a los insectos.
“Después de esos dos meses me tocó más difícil, ya no confiaban en mí. Me pusieron cosas más complicadas hasta a elegir entre mi vida y la de otra persona, ahí dije ‘ya no más’”, contó con la voz entrecortada la mujer.
Ideó un plan más preciso, con fecha y hora fijó su salida de ese grupo insurgente, el que por poco le arrebata su humanidad. Caminó tanto que no sentía los pies hasta que por fin divisó la vía, donde se encontraría con una mujer que la peinaría y maquillaría para salir de ese infierno.
¡Bam!, ¡bam!, ¡bam!, escuchó una y otra vez Esperanza mientras permanecía en una habitación con ropa y zapatos puestos. Solo hasta la madrugada escapó en un campero de cuatro años de terror.
“Es muy triste que eso se siga presentando en el país. Son niños y niñas víctimas que deben ser cuidados y protegidos por el Estado”, indicó Esperanza ante la problemática de nuevamente ver esta atrocidad.
Las referencias
Justo hoy, que se celebra el Día Internacional del Niño y se conmemora el aniversario de la Convención sobre los Derechos de los Niños (CDN), se recuerda al Estado que su deber es proteger a la niñez del país y hacer valer sus derechos.
Sin embargo, en Colombia no se registra exactamente los menores de edad que pertenecieron o hacen parte de estructuras criminales, lo que es necesario para que se reconozcan como víctimas. Hace falta que se involucren más las instituciones para frenar este delito que vulnera todos los derechos de los menores de edad.
Es de anotar que en Colombia, desde que los niños, niñas y adolescentes abandonan la guerra, se practica una normatividad específica y un tratamiento diferenciado como “desmovilizado”. La ruta institucional compromete la protección, el restablecimiento de sus derechos y la garantía a los derechos de la verdad, justicia y reparación, a diferencia de la ruta de reintegración que le corresponde a los mayores de edad.
“Los estados partes adoptarán todas las medidas posibles para asegurar que las personas que aún no hayan cumplido los 15 años no participen directamente en las hostilidades”, se especifica en el numeral 2 del artículo 38 de la CDN.
Los datos
Esperanza nació en uno de los departamentos donde más se reclutaron menores de edad para grupos al margen de la ley. Según el estudio de caracterización: niños, niñas y adolescentes desvinculados de grupos armados al margen de la ley y bandas criminales entre 2007 y 2013 en Colombia, realizado por la Unicef y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), el 67,2 % de los menores de edad nació en Antioquia, Caquetá, Nariño, Chocó, Cauca y Tolima.
De acuerdo con las cifras de la Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas, a noviembre 1 de 2014 existían 7.028.776 víctimas reconocidas en el conflicto armado colombiano, de las cuales 7.222 correspondían a niños, niñas y adolescentes víctimas del reclutamiento. Mientras que entre noviembre 16 de 1999 y 31 de octubre de 2014, el ICBF en su Programa Especializado para Atención a niños, niñas y adolescentes desvinculados de grupos ilegales, había atendido a 5.645 menores de edad, siendo las Farc el mayor reclutador con un 61 %, seguido por las Auc con un 19 %, Eln 15 % y las Bacrim con un 3 %.
Pese a que la Unicef da un parte positivo para que mejore la calidad de vida de los ciudadanos, en las regiones más pobres del país y donde vive la mayoría de las comunidades rurales, indígenas y afrodescendientes se enfrentan a una mayor presencia de grupos armados no estatales y de actividades de economías ilegales. “La violencia impide aún más la plena garantía de los derechos de la infancia. Las cifras oficiales reflejan tanto el alto impacto del conflicto armado interno en los niños y niñas, así como también los efectos de otras formas de violencia se entrecruzan”, se resalta en un informe.
Además se destaca que el 91 % de los reclutados había cursado o cursaba algún grado escolar al momento de ingresar al grupo armado, por lo que concluye que la escuela no siempre protege. Incluso, el 56 % estaba en primaria y el 31 % reprobó el último año. Como Esperanza, el 35 % de los menores de edad describió en el entorno familiar situaciones de abandono, negligencia o maltrato intrafamiliar; mientras que el 40 % manifestó estar involucrado en situaciones de trabajo infantil en labores de campo.
Se está trabajando
Desde la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN) se trabaja con los menores de edad para protegerlos y que no sean víctimas del conflicto, es por eso que en Bolívar trabajan en la estrategia de prevención de reclutamiento y utilización de niñas, niños, adolescentes y jóvenes por grupos organizados al margen de la ley y grupos delictivos organizados. Se trata de Mambrú. “Su objetivo es fortalecer la capacidad protectora de las instituciones locales, de las comunidades, las familias y niños, niñas, adolescentes y jóvenes de los barrios intervenidos”, destaca la agencia.
Trabajó en el 2011 en el barrio Las Delicias de San Juan Nepomuceno, en 2012 en el barrio El Pozón de Cartagena y en el 2013 en Fredonia; beneficiando a más de 130 menores de edad.
También desarrollan una red comunitaria llamada ¡Así Pazó! que utiliza los medios virtuales, en especial las redes sociales, para el servicio de las comunidades intervenidas. Allí muestran todo lo bueno y positivo que sucede en las zonas vulnerables priorizadas, para reconstruir el tejido social de las mismas y convertirlos en escenarios de reconciliación.
Cifras
94 % de los menores de edad tenía cercanía con los grupos armados ilegales.
61 % de los menores de edad tenía algún familiar vinculado al grupo armado ilegal como primo, hermano o tío.
79,8 % de los menores de edad aseguró haber estado expuesto al riesgo de morir durante su permanencia en el grupo armado.