La obsesión de los ciudadanos, partidos políticos y medios de comunicación de reducir la elección de octubre a una puja por las alcaldías, hace olvidar la importancia de los concejos municipales.
Cualquier persona podría apostar que los habitantes que en una ciudad de Colombia, por ejemplo Magangué, se quejan con indignación porque un prostíbulo o un bullicioso establecimiento de comercio puede funcionar al lado de su casa, es la misma que no se acuerda por quién votó para el Concejo en las últimas elecciones. Los mismos que, de hecho, no saben para qué sirve una Corporación Edilicia y los mismos que buscan todas las respuestas a sus males en la gestión de su alcalde.
Sin embargo, tan importante como no equivocarse en la escogencia de un burgomaestre es no rajarse a la hora de elegir a un concejal, un hecho que soslayan con frecuencia y en la mayoría de los casos les va mal.
Las ciudades funcionan como las empresas. Por más bueno que sea un gerente, la compañía nunca llegará lejos si su junta directiva tiene a miembros corruptos, sin preparación o interesados únicamente en chantajear o bloquear al administrador de turno. Los alcaldes se han convertido cada vez más en rehenes de los concejos y si los cabildantes sólo quieren puestos y contratos y no cuentan con las credenciales éticas que les permitan acceder a semejante función pública, las urbes se van para el barranco, como ha ocurrido en el país, desde Bogotá hasta Riohacha.
Escándalos por doquier
La tragedia se repite cada cuatro años y entre más avanza el tiempo, peor le va a la gente con los concejos. Los cibernautas pueden hacer un ejercicio, poner en Google la palabra “concejal” y luego introducir el municipio de su predilección. Con seguridad encontrarán que las primeras 20 noticias tienen que ver con escándalos de corrupción, viajes y peleas, pero en ningún caso con ejemplos de gestión, eficiencia o rigor en el ejercicio de control político.
Se trata de un mal mayor, si se tiene en cuenta que además de la aprobación de los presupuestos de cada municipio, los concejos intervienen en la definición de sobretasas, valorizaciones y contribuciones especiales de esas que afectan directamente el bolsillo. Aprueban vigencias futuras y autorizan el endeudamiento de una determinada población para adelantar obras de gran impacto. También ejercen control político frente a los primeros mandatarios locales —los frenan o impulsan cuando corresponde—.
Panorama político
A pesar de semejantes responsabilidades, el panorama ha sido dramático en los últimos años: el desgano electoral o la ignorancia frente al Concejo mismo han hecho que, por ejemplo, en Magangué, el 15 por ciento de los ciudadanos votaran en blanco en los comicios de 2015.
Por todo lo anterior, es momento de provocar una reflexión muy seria sobre este asunto. Es importante exigirles a los partidos políticos que armen sus listas al Concejo con responsabilidad.
En cuanto a lo que tiene que ver con los ciudadanos, como personas que son, más vale que la próxima vez que pongan el grito en el cielo por la planificación de una ciudad o la valorización excesiva que se les cobra, piensen primero a qué clase de concejales eligen y después sí pueden quejarse.