En el año 2014, cuando tuvo su segunda hija, empezó a subir de peso, a tal punto que en enero de 2018, llegó a pesar 113 kilos, una exageración para su estatura, 1.65 mt., pero no cedió, siempre soñó con volver a su peso normal y mejorar su salud
Melinda Rodelo Camargo, es una magangueleña de 35 años, fisioterapeuta de profesión, que en un momento de su vida, pensó que no podía más, que por su sobre peso, su vida iba a ser un desastre y jamás iba a lograr sus objetivos, mejorar su calidad de vida y tener una buena salud.
En el año 2014, cuando tuvo su segunda hija, empezó a subir de peso, a tal punto que en enero de 2018, llegó a pesar 113 kilos, una exageración para su estatura, 1.65 mt., pero no cedió, siempre soñó con volver a su peso normal y mejorar su salud, que a raíz de ese sobre peso, había empezado a deteriorarse.

En medio de su angustia, inició una serie de dietas, escuchaba a todo el mundo, hizo hasta la dieta del cilantro, de la piña, del rábano, mejor dicho, hasta fue una de las mejores clientes de Herbalife, además practicaba el ciclismo con regular frecuencia, nada de eso funcionó, luego tomó la decisión de practicarse una cirugía bariátrica, pero por problemas de la EPS a la que estaba afiliada, se frustró el proceso.
Fue en enero de 2018, cuando tomó la decisión de pedir ayuda, acudió a su amiga, Ketian Gordón, una mujer que con disciplina y mucho tesón, y luego de realizar estudios en diferentes centros del país, se convirtió en coach y entrenadora personal para la pérdida de peso.
Para Melinda con Ketian, empezó un muy duro proceso, pero era eso, o seguir padeciendo los rigores de “la gordura”, el primero cambiar los hábitos alimenticios, aprender a comer saludable, concientizarse de que “uno es lo que come” y que lo que se invierte en comida saludable, se ahorra en medicamentos y se refleja en la salud y la misma figura de la persona.
La rutina de Melinda cambió, lo primero fue aprender a organizar su tiempo, armar un cronograma diario de actividades que incluían su rol de madre, esposa, profesional, ama de casa, paralelo a su actividad ligada al compromiso personal de bajar de peso.
No hubo necesidad de cirugía, no hubo necesidad de dietas drásticas, tampoco pasó hambre, ni le tocó comer alimentos de mal sabor, era una rutina, diferente, pero organizada, para Ketian y ella misma, cumplir la meta de bajar de peso, se convirtió en un reto, un compromiso con la vida y hasta con Dios, además de convertirse en ejemplo para sus hijas.
A esta rutina alimenticia, que de por sí está ligada a la disciplina, la acompaña una rutina de ejercicios diaria que se inicia a las 5 de la madrugada y concluye a las 6, seis días a la semana, solo descansa los domingos, cero alcohol, cero pan blanco, cero lácteos, adiós al azúcar, no más gaseosas y jugos de cualquier tipo, no más embutidos, le tocó olvidarse de las comidas rápidas y empezar a comer sano y delicioso, proteínas, vegetales, frutas, carbohidratos naturales y mucha agua, dos años ininterrumpidos de lucha, que para cualquier persona intentarlo siquiera sonaba imposible.
“Ha sido un esfuerzo del día a día, sin pensar en el mañana. Pensando en mi salud y en mi familia, lo he logrado. Y si Dios me lo permite llegaré a mi peso ideal, no es cuestión solo de estética, es por amor propio, es más por lo que no se ve, es por lo que se siente. Es respirar y sentir que he soltado 36 kilos y los he tirado literalmente para poder abrazar a los míos”, concluyó Melinda su diálogo con MAGANGUÉ HOY.