Analistas de la vida, de esos que ávidamente publican y comparten todo lo que encuentran en redes sociales, han celebrado que en Francia la violencia haya hecho mella en el gobierno del Presidente Macron congelando así lo que hubiera sido una inminente alza en los precios del combustible.
Las imágenes son contradictorias y claramente serviles a los que buscan confundir a la opinión pública.
Por un lado, aparecen los “gilet jaune” o chaquetas amarillas, un grupo heterogéneo de individuos incendiando las calles de París siendo repelidos por las fuerzas de seguridad con gas pimienta y fuertes chorros de agua. En contraste, esas mismas fuerzas de seguridad en otro video se rehúsan a entrar en confrontación con los manifestantes.
Dos imágenes distintas, pero descontextualizadas e importadas a nuestro país con un claro mensaje disociador.
En primer lugar, que la Policía, agente de un gobierno enemigo del pueblo, que solo busca mantener sometido a las masas, puede recapacitar y unirse al clamor popular en una especie de revolución en movimiento.
Por otro lado, y lo que resulta más preocupante, es el uso de esas imágenes para hacer apología a la violencia, bajo la premisa de que “En Colombia es dónde nos quedamos dormidos, miren los demás países”, unas imágenes y unas conclusiones bastante inoportunas si tenemos en cuenta que la protesta social efectiva en un estado de derecho, lejos está de ser violenta.
Y no podrá ser violenta, pero no por ello ineficaz, de allí el título de este artículo de opinión.
El proceso de independencia de la India, tuvo un momento crucial, y fue cuando en ella irrumpió la figura de una de las personalidades más grandes del siglo XX, Mahatma Gandhi. Este famoso indio de la casta comerciante de una ciudad costera, abogado instruido en una de las facultades de derecho más importantes del Reino Unido, fomentó el uso de la no violencia, como el arma más poderosa para vencer al colonialismo inglés. Y adivinen que, lo logró.
Un adulto de avanzada edad, que se había despojado de la vestimenta occidental, envuelto en ropajes sencillos, que acentuaban su frágil figura, fue capaz de vencer al imperio más grande que el mundo haya visto jamás sin siquiera disparar una sola bala, pero aquí, envalentonados con las imágenes traídas desde París, parecieran no encontrar otra solución a cualquier problemática si no es con el brote de sangre.
La marcha de la sal fue tal vez la manifestación más importante en todo el proceso de independencia india. Los británicos, dueños del monopolio de producción y distribución de Sal en el subcontinente, habían decidido elevar los precios de este vital producto, ante lo cual Mahatma convidó a sus compatriotas a las orillas del océano índico, para extraer la sal con sus propias manos. Al final, millones de personas lo hicieron y el monopolio fue desmantelado.
Que una manifestación no sea violenta, no significa que no sea efectiva, que no sea disruptiva, que no incomode, para ello se debe apelar a la recursividad y a la imaginación, algo que carecen los que serían felices con ver el mundo arder.