Lic. Anuar Cortázar Cáez
A pocos días de iniciar el año escolar en todas las instituciones educativas del país en los niveles de transición – preescolar, básica primaria y secundaria, media y superior. Aunque se ha avanzado algo en preescolar, los niveles de mayor cobertura están en básica primaria y secundaria; en la educación media y superior hay avances importantes pero, tenemos faltantes significativos.
El año pasado fue el primero después de la pandemia. La preocupación en las autoridades educativas era qué tanto había impactado en los estudiantes casi dos años de educación atípica. Un tiempo en el que con grandes limitaciones y carencias se trató de atender una masa de jóvenes enclaustrados en sus viviendas.
Las primeras conclusiones después de analizar el desempeño académico de los educandos el año anterior se encontró que miles de estudiantes presentaron estancamiento e incluso retrocesos en su proceso de aprendizaje. Muchos alumnos perdieron el hábito de estudio, se convirtieron irresponsables, académicamente con su formación, desidia total. Resultado que era esperable. Sobre todo si se entiende que una disrupción tan fuerte exigía respuestas de cobertura y calidad que nuestro sistema educativo no tiene. Incluso en el privado que cuenta con mayores recursos por estudiante.
Con un sistema educativo que tiene históricamente faltantes de recursos significativos en su funcionamiento normal, aún en niveles de alta cobertura como la educación básica primaria y secundaria, la capacidad de respuesta ha sido insuficiente. Aunque no conocemos evaluaciones oficiales sobre el impacto del encierro pandémico, hay indicadores como los exámenes de evaluación institucional, las pruebas Saber Icfes, que reflejan esos resultados desagradables en algunas regiones, pero en otras se refleja el esfuerzo y sacrificio de los alumnos, docentes y padres de familias donde los resultados académicos se mantuvieron y muchas instituciones subieron su nivel.
Atender un proceso educativo complejo, agravado por la parálisis pandémica, así haya sido parcial (repito, sin saberse en qué proporción), exigía una respuesta especial con recursos adicionales. Esa situación no se dio. Se cubrió con el mismo sistema limitado que tenemos.
Las mismas limitaciones de formación docente, recursos para conectividad, ayudas educativas, alimentación escolar, transporte, vigilancia, etc. Sobre todo, sin un estatuto docente único que garantice los derechos básicos de un personal profesional que tiene la misión de formar en lo más avanzado del conocimiento a nuestros niños y jóvenes.
En este año, el primero del nuevo gobierno, se supone que muchas de las limitaciones, especialmente las presupuestales (que son el capital inicial de esta tarea) se van a subsanar. Aunque ya conocemos el presupuesto aprobado para el 2023 con los mismos desequilibrios del pasado, la anunciada adición presupuestal de los nuevos ingresos esperados, debe asignar un monto significativo que, en todos los niveles cubra los déficits históricos. Por lo menos esperaríamos que así sea en el de mayor cobertura, el nivel de básica primaria y secundaria, así como en la profesionalización y dignificación de la carrera docente. Quienes se entregan su vocación cada día a dar los mejor a sus alumnos para que estos sean personas analíticas, críticas y reflexivas. Esa es la tarea que le corresponde al gremio de docentes que los hacen con amor cariño y ternura, para que los estudiantes salgan bien preparados.
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