Por: ARIANI GUERRA
El lote en el cual algunos años atrás se acondicionó para ser sede del Colegio Pestalozzi, ahora en la actualidad es un espacio vacío, sin paredes, abierto en toda su extensión, cundido por el monte, cualquier tipo de plantas enredaderas y humedales, algunas personas en vista del lote “abandonado” arrojan bolsas grandes de basura o residuos de materiales como plástico o artefactos inservibles, aún se desconoce si estas personas vienen de otros barrios o si son los mismos vecinos de las siguientes calles.
El tema que se complica cada vez más tiene que ver con la salud pública, como consecuencia de la anterior situación, se ha detonado una infestación de sanguijuelas que provienen del centro de ese lote, en su parte más húmeda y pantanosa. La situación se hace más precaria precisamente en estos meses de lluvia donde estos organismos parásitos salen de su nido y llegan a las casas circundantes, se instalan en los patios, terrazas, cocinas y baños de éstas que son habitadas por niños entre los 2 a 8 años. Algunas familias ya han expresado su insatisfacción con la comunidad y con el propietario, y al no ver toma de acciones han considerado mudarse.
Unos meses atrás se tomaron firmas de los habitantes del sector en formato de queja y petición a la alcaldía por medio del representante del Barrio en la asamblea, pero los meses han ido pasando y no se ha visto ninguna acción ante este problema, en vista de esto algunos vecinos aportan monetariamente y se recolecta un dinero para pagar a una persona encargada de limpiar el lote.
La basura y las sanguijuelas no han sido lo único incómodo para los habitantes de esta calle, la seguridad también se ha visto afectada, el espacio se está convirtiendo en escenario para drogadictos consumir sustancias ilegales.
Se le hace un llamado al propietario, no sabemos cuál es su situación, nos hemos hecho cargos algún tiempo, sin embargo ya han pasado muchos años y el problema se va agrandando más, ojalá esta persona comprenda que las acciones que no se toman con responsabilidad terminan por afectar a otros injustamente. Tenemos niños, y adultos mayores, queremos gozar de nuestro entorno que también hace parte de nuestro hogar, sentir tranquilidad en hablar con nuestros vecinos sin tener el temor que alguien inescrupuloso esté escondido en ese lote, para salir a robar nuestras pertenencias. Queremos también respirar un aire limpio, sin basuras, queremos que nuestros niños jueguen en sus patios o terrazas sin temer que animales con infecciones puedan picarles, en especial en este tiempo de pandemia, donde los servicios de hospitales son limitados.
Yo me hago la pregunta siempre. ¿Esta ciudad para donde va? ¿Es un lujo que no nos podemos permitir, el vivir dignamente en esta ciudad? Acaso es un lujo que no podemos costear los de clase media trabajadora? Es triste sentir que las personas que escogemos no nos representan realmente, no nos escuchan, no sentimos que atienden las necesidades de la población, ni en los detalles más pequeños. Aquí seguimos, en la misma calle 18, bajando el Colegio Fátima del barrio Olaya, con el mochito de calle graciosamente sin pavimentar, con el tubo de concreto por donde pasa el agua que llega a todas las casas, tubo que sale cada vez más a la superficie por la erosión, pero los años pasan y aun persisten los mismos problemas de siempre. ¿Esta ciudad para donde va?