OMAR CUELLO ROMERO

La tragedia invernal que atraviesa el país, para no decir el mundo entero por culpa del cambio climático, ha replanteado muchas cosas en nuestra sociedad actual, menos igual que el fenómeno de la pandemia, por supuesto, por su magnitud social.
En Magangué la creciente del río Magdalena ha cambiado notablemente el ritmo de vida de los pobladores de las riberas de los ríos Magdalena, Cauca, San Jorge y sus ciénagas aledañas, lo cual combinado con los estragos del Covid 19, viene desmejorando sustancialmente el nivel de vida de la población, que no tiene ayuda humanitaria ni salvamento del gobierno que aplique a una solución certera a la crisis actual.
Contrasta ese drama social con la llegada de las festividades de fin de año, las cuales de hecho están opacadas por la inclemencia de la naturaleza reflejada en la miseria de miles de compatriotas que a esta hora se sumen en sus vidas con agua al cuello.
Mientras eso ocurre en todo el territorio nacional, en el municipio de Magangué y el sur de Bolívar la tragedia transcurre como si nada pasara, a juzgar porque las autoridades nacionales hacen mutis a la tragedia humana existente, donde la ausencia de quienes tienen el deber de socorrer a esas almas desprotegidas, lo que hacen es esconderse en la propia ignorancia de sus conciencias.
El pueblo jodido está ausente e ignorante en medio de la crisis social y económica, sin esperanza ni norte, porque para él solo hay engaño, desgreño y apatía para buscarle una solución definitiva este problema que se presenta todos los años.
Qué hay que festejar?, nada. Peor en Navidad y año nuevo, que se avecina, donde los niños seguramente jugarán con los hongos y tapones que se pegan al borde de las maltrechas canoas que sirven a esta hora como tambos de su miseria.