A pocas semanas de iniciar la segunda siembra de arroz del año en La Mojana bolivarense, la incertidumbre de los agricultores y arroceros sobre sembrar o no, sigue latente.
Aunque en un principio la principal razón de su indecisión era la alerta de inundación por el posible colapso de Hidroituango, con la llegada del clima como nuevo verdugo, la industria arrocera parece estar en un presente incierto.
La preocupación comenzó la semana pasada tras el anuncio hecho por el jefe de pronósticos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), Christian Euscátegui, quien indicó que existe una alta probabilidad, cercana al 70 %, de que el fenómeno climático de El Niño se presente en el país, lo que puede generar una repercusión en la intensidad de las lluvias.
De igual forma, el experto en meteorología sostuvo que para octubre y noviembre, meses de la última etapa de los cultivos de arroz, se prevé que se dé una segunda temporada invernal en el país, es decir, que los ríos y quebradas de la zona podrían aumentar, dejando susceptibles de inundaciones tanto a la población como a los cultivos, que irían a pérdida.
“Seguimos con la misma actitud de no financiar cultivos porque, fuera del tema de Hidroituango que en realidad nadie sabe por qué no hay un parte oficial de ellos que garantice que no va a pasar nada, las aseguradoras tampoco han tomado una postura sobre el segundo semestre y existe la probabilidad de que en este periodo se inicie el fenómeno de El Niño, lo cual provocaría pérdidas”, aseguró Arturo Barcha, presidente de la Asociación de Industriales del Caribe Húmedo.
Primer semestre:tristes resultados
Según un informe entregado por los arroceros, en el primer semestre del año se sembraron 16 mil 346 hectáreas en La Mojana bolivarense y sucreña, que ya están en etapa de recolección, sin embargo los resultados no han sido los esperados. Según el balance hecho por los dueños de los molinos arroceros, la producción disminuyó entre un 50 o 60 %.
La razón es que la amenaza de Hidroituango provocó que en el primer semestre algunos agricultores no siguieran sembrando o abandonaran los cultivos, los cuales se llenaron de plagas y hongos, echándolos a perder.
Johny Alvarez, agricultor, afirmó que en el primer semestre sembró 300 hectáreas, de las cuales no ha podido obtener los dividendos esperados, anteriormente recolectaba 80 bultos por hectárea pero con la situación de la represa abandonó sus cultivos y ahora solo recolecta entre 60 y 50 bultos, es decir, está dejando de ganar 20-30 bultos por hectárea.
“No se sabe qué va a pasar con nosotros, con esta situación la agricultura de la región tiende a desaparecer porque nadie quiere invertir”, afirmó el agricultor.
Álvaro Acuña, dueño de uno de los 14 molinos arroceros de Magangué, asegura que los únicos afectados no son los agricultores, los dueños de molinos e inversores también han tenido pérdidas.
“La disminución de la cosecha se está viendo, los molinos están trabajando casi que a la mitad de su capacidad porque no está llegando un flujo constante, cuando antes no era así”.
Riesgo latente
Mientras en Hidroituango los esfuerzos se concentran en la construcción de una pantalla —una barrera impermeable— que se hará en los 33 metros de lleno prioritario para garantizar que la presa cumpla con los estándares internacionales. Ninguna persona hoy sabe con certeza lo que pasa dentro de la casa de máquinas y por ejemplo aunque en La Mojana la alerta parece haber desaparecido, en municipios como Valdivia sigue vigente la alerta roja, dejando una gran incertidumbre.
“No es clara la información, no sabemos si los riesgos están completamente mitigados. No siembro porque eso está latente, si viene octubre con el invierno y si no hay estabilidad en la represa, estamos expuestos a perder todo”, indicó Barcha.
Distintas posiciones
La conjugación de estos factores ha divido los sectores, mientras algunos como Jhonny se abstendrán de cosechar hasta que no haya un panorama claro, otros como David Bolívar, prefieren arriesgarse y echarse la bendición para que todo salga bien, pues este es su único sustento y no sembrar significaría lo mismo que perderlo todo, por eso prefieren arriesgarse.
“Hay que sembrar porque este es nuestro trabajo, en el primer semestre sembré 500 hectáreas, ahora voy a sembrar solo 200”.
En Magangué hay 14 molinos de arroz, lo que representaría un 70 % de las arroceras de toda la costa, lo cual indica que si la mayoría de los arroceros se decide finalmente no sembrar, la industria arrocera de la región quebraría.