Por lo regular a diario escuchamos a la gente decir que se debe acabar con la corrupción, que se debe acabar con la mentira, que se debe acabar con la delincuencia, en fin, acabar con los malos o inadecuados comportamientos ciudadanos.
Y si es así, observamos a esas mismas personas acudir a un “amigo” político para que interceda por él ante la autoridad de transito con el fin de que sea exonerado de un comparendo que le fue aplicado por no respetar las señales de tránsito, a otro exigiendo a su hijo no decir mentiras, pero le advierte que si llega el cobrador le diga que no está, observo a otro comprando artículos de dudosa procedencia con el argumento que se lo “vendieron barato”. Solo para mencionar algunos casos en los que no existe el valor moral, ético y ser coherente.
Ser coherente es quien actúa en consecuencia con sus ideas o con lo que expresa., ese estado en que sus componentes actúen en conjuntos solidarios. “Esa relación lógica entre dos cosas o entre las partes o elementos de algo de modo que no se produce contradicción ni oposición entre ellas”. Que actúa en consecuencia con sus ideas o con lo que expresa.
Por lo general, ser coherente se aplica para describir aquella concordancia entre ideas y acciones de una persona, también para señalar aquellos movimientos o acciones que deben corresponder con lo que se considera normal. Hoy cuando estamos iniciando el año 2019 deberíamos trazarnos como objetivo contribuir a que se acabe la corrupción y más cuando se trata de un año electoral. Porque cada que somos convocados a elecciones, sean estas para elegir alcaldes, concejales, diputados y gobernadores, o para congresistas o presidente de las Republica escogemos a personas a las que al poco tiempo empezamos a descalificar, con los mismos argumentos de siempre: que son corruptos, que son ladrones, que no sirven para nada, etc.
¿Qué hacer entonces? Primero se debe ser un buen ciudadano, aquel que respeta las señales de tránsito, que respeta la autoridad, que respeta a los adultos mayores, que respeta a los niños, que respeta a los animales, que respeta el medio ambiente. Pero no empiece su acción pidiendo que los otros cambien, hágalo usted primero.
¡Ah! Y no justifique sus malas acciones con el viejo argumento “que si otros lo hacen por qué yo no”. Partamos de esta frase: “Las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio».