Hacen dos semanas inició la era Gustavo Petro – Francia Márquez. Lo que parecía imposible en un sistema clientelista sucedió y las mayorías populares derrotaron de manera libérrima y democrática a unas oligarquías rancias y desconectadas de las realidades del país. Gobernaron durante los últimos doscientos veinte y dos años, para ser más exactos, y el déficit social no puede ser más desalentador. Con la miopía del poder, nunca vieron venir las consecuencias del hambre y la violencia en el ánimo y desesperación de un pueblo indignado, para el que la rebeldía se convirtió en el camino inexorable hacia la resolución por un cambio cada vez más imparable.
Estaban seguros entre ellos que la sucesión en el poder sería entre los mismos, como si se tratara de un Frente Nacional o una especie de designio divino. Considerar la probabilidad de la derrota razonablemente no era posible, por eso les cuesta tanto la verdad. Tan seguros estaban del designio divino que no vacilaban en asegurar, con agresividad oratoria, que Gustavo Petro sobraba Facebook y no sería jamás presidente de Colombia Debate.
No obstante el triunfo del Progresismo, como lo hemos anotado en otras ocasiones y sin desconocer la importancia histórica de lo logrado, hasta aquí el establecimiento solo perdió las elecciones, pero el poder lo mantienen intacto.
La posesión, como era previsible, estuvo cargada de simbolismos como el de la espada del Libertador Simón Bolívar, y de entusiastas ciudadanos que por primera vez fueron invitados a una posesión presidencial convertida en un festejo democrático del pueblo y para el pueblo. Las plazas del país se abarrotaron por la fiesta de la esperanza.
La espada desenvainada en las escalinatas del Congreso de la República, como lo deseaba el Libertador mientras existiese causas por pelear, sintetizaba en el solemne evento el sueño pendiente de soberanía, justicia, igualdad social y división real de poderes soportes del sistema de gobierno propuesto por aquel en Angostura. Empero, también, la convicción genuina de la guerrilla del M19 -en cuyas filas militó el presidente – por transformar la lucha armada en lucha legal. Lucha legal desde la tribuna de la plaza pública, en la representación genuina del parlamento, relevando las armas para empoderar el argumento y, en principio, desde los gobiernos locales alternativos para transformar los territorios.
El cambio es el compromiso con los pobres, con los nadies; con la transparencia, la justicia y la liberación de la Administración Pública; con las ideas liberales de Uribe Uribe, López Pumarejo, Gaitán y Galán; y con la Constitución Política del 91, una bandera –según lo expresado por el mismo presidente en su obra ‘Una Vida Muchas Vidas’ – que no se ha ondeado y que, por eso, todavía es un objetivo por conseguir.
Hoy, por lo visto, los adversarios del presidente quieren, a penas escasos días de su posesión, descalificar al Gobierno con la velada intención de crear incertidumbre entre sus simpatizantes, confiados en que el sentimiento progresista se puede desvanecer con fake news en sus medios prepagados y ataques permanentes en redes sociales. La estrategia en el 2022 sigue siendo la de la guerra fría: instrumentalización del miedo con el cuento del comunismo, publicaciones falsas para afectar la confianza de usuarios e inversores, insinuación a las Fuerzas Armadas para que desobedezcan al Estado y al Pueblo y, como en el Chile de Allende, generando una reacción del pueblo contra su presidente sobre la afirmación – falsa por su puesto – de promesas incumplidas.
La propaganda negra de la revista Semana no ha tenido ni tendrá tregua. Con sesgos y análisis distorsionados e irresponsables una periodista mintió sobre el valor del dólar para generar pánico económico tuitter. Y apenas hace unos días el empresario Mario Hernández – líder de la derecha, quien en otro momento reconoció que sus productos se fabrican en China El Tiempo – publicó en Twitter una noticia sobre la partida de los almacenes Éxito de Colombia. Aunque el mensaje fue desmentido por él mismo debido a la presión del rechazo público, la inmoralidad alcanzó su propósito: generar pavor. Mario Hernández se comportó con ese trino en un peligroso francotirador atrincherado en las redes sociales.
Como lo afirmó Mujica, el expresidente uruguayo, Petro no es un Dios. Tampoco es el mago Merlín para resolver los problemas con un acto de magia, por lo tanto necesita la colaboración de todos los colombianos. Las reformas demandadas por el país para superar la pobreza y las inequidades en que se encuentra, por cuenta de la derecha desde inicios de la República, no las concibe ese minoritario sector privilegiado de buenas a primera, y se opondrán con toda clase de maniobras, contando de entrada a su favor con que la gobernanza construida por el Gobierno en el parlamento con los partidos políticos tradicionales, deslegitimados y con el mismo nivel de rechazo de las guerrillas del ELN, no tienen como punto de partida identidades con causas populares o propósitos ideológicos que los liguen en la lucha por la justicia. Entonces, la torcida es previsible.
Así las cosas, es al pueblo al que le corresponde defender la victoria de las urnas en las calles para reafirmarse como el constituyente primario y advertir, en voz alta, al repudiado Congreso de la República, que no son delegatarios absolutos de la soberanía popular y, además, si es el caso, notificarlo de su disposición a movilizarse para convertir todos los espacios públicos en las ágoras para la profundización de la democracia.
Adenda: tranquiliza la falta de respaldo en el gobierno de los EEUU a los conspiradores de la extrema derecha colombiana. El gobierno Biden, a través de su asesor Juan González, quien participó en la Asamblea de Industriales y el Congreso de Empresarios de Colombia, anotó que Estados Unidos ha cambiado la mentalidad local de imperio y por lo tanto, ni evita ni sabotea elecciones democráticas Respeto democrático.
- Abogado, con especialización en Gestión de Entidades Territoriales y en Desarrollo Social; exdirector Territorial para Bolívar del Ministerio del Trabajo. Doctrinante.
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