“ La actitud elegíaca consiste en lamentar cualquier cosa que se pierde: la ilusión, la vida, el tiempo, un ser querido, un sentimiento, etc.”
Anoche murió Antonio mi hermano gemelo, yo nací unos minutos antes que él pues la primera cabeza que encontró el obstetra al abrir la cavidad uterina de mi madre fue la mía así que, yo fui siempre considerado en la casa, como el hermano mayor, Antonio fue conciente de este mayorazgo y nunca se quejó por ello, antes bien se ufanaba de decir en todos los lugares, cuando le preguntaban por su edad, que él era menor que yo.
Crecimos juntos, juntos fuimos a la escuela y juntos también fuimos a la Universidad en la cual estudiamos la misma carrera, ya en ejercicio, abrimos nuestra oficina en un mismo local, lo que es más, teníamos un solo escritorio en el cual atendíamos a nuestros pacientes.
Donde quiera iba el uno también lo hacía el otro, nos sentábamos a la mesa al mismo tiempo, degustábamos los mismos manjares entre estos, apreciábamos particularmente la carne cuanto mas fresca mejor, consumíamos porciones moderadas de vino tinto, de preferencia el riojano español MARQUES DE CACERES.
Íbamos a fiestas invitados por amigos en donde nos gustaba bailar música romántica, especialmente boleros que nos permitían el contacto directo con la pareja para percibir el calor de su cuerpo y aspirar plácidamente el aroma de sus perfumes y lociones embriagantes.
Acostumbrados a dormir juntos, nos acostábamos y levantábamos al mismo tiempo, nos arropábamos con la misma sábana, pues ambos éramos muy sensibles al frío, cada vez que me despertaba en la noche, le tocaba para comprobar que estuviera vivo, pues a veces no le sentía moverse y ni la respiración se le notaba, su cuerpo permanecía caliente y su musculatura firme, por eso me llamó mucho la atención lo de anoche, que fue una sorpresa para mí muy desagradable, cuando me senté en el borde de la cama y al verlo tan encogido y sin movimiento alguno, lo llamé por su nombre: ¡Antonio! ….! Antonio! y no me respondió, le toqué la cabeza – Antonio era calvo desde joven – y se la sentí fría, toqué entonces el resto de su cuerpo y lo sentí aún más frió.
Alarmado encendí la luz, le quité la sábana de encima, palpé las arterias de su cuello y no encontré ningún latido, puse un espejo en su nariz y no se empañó su superficie me impresioné sobre manera, pero aún dudaba que Antonio se habría muerto, comencé a darle masajes en todo su cuerpo frío, le froté la cabeza con una loción especial que tanto le gustaba, le hablé de nuestras aventuras vividas juntos, pero nada, Antonio a nada respondió.
Nosotros habíamos hecho un pacto desde el día en que juntos comenzamos a darnos cuenta de las cosas de este mundo, lo primero fue jurarnos que andaríamos juntos para defendernos mutuamente, gozar los placeres de la vida con moderación sin privarnos de aquello que consideráramos bueno para vivir una vida sana, sin excesos, alejarnos de todos los vicios incluyendo los de: fumar y beber alcohol y así como juntos nacimos morirnos el mismo día a la misma hora. Para no causarnos dolor alguno.
Se me adelantó Antonio, no lo puedo creer, si nos habíamos acostado bien como todas las noches después de ver nuestros programas favoritos de televisión. No se que voy a hacer sin la compañía de él, me va a hacer muchísima falta pues teníamos todavía, a pesar de nuestra edad, grandes cosas por hacer, entre otras escribir un libro a dos manos a manera de una biografía, yo escribiría la de él y él la mía.
Proyecto que estuvimos meditando por mucho tiempo, pues si bien nuestras vidas eran paralelas y casi todo cuanto habíamos hecho era lo mismo, indudablemente que interiormente teníamos muchísimas diferencias y era esta la parte mas interesante de la biografía.
Lo peor de todo esto es que, por creer que la muerte la tendríamos lejos, nada habíamos escrito, todo lo teníamos cada uno en el pensamiento celosamente guardado.
¿Qué le deja Antonio a las generaciones futuras?
Pues mucho.
Porque profesionalmente se desempeñó como un elemento serio, cumplidor de su deber, atento y nunca se negó a prestar un servicio cuando le fue solicitado, tenía y sentía por el género femenino esa atracción especial que siente todo hombre, por eso no creo exagerado su concepto cuando decía: “las mujeres son como las flores, estar entre ellas es como permanecer en un jardín en donde abundan todas las especies, pero esto no quiere decir que vas a querer llevártelas todas, debes admirarlas, percibir su aroma, contemplar su belleza, pero jamás arrancarlas del rosal porque se marchitan”.
Ahora el dilema es: ¿qué hacer con el cadáver de Antonio?
Me resisto, me niego a enterrarlo.
Al sepultarlo me iría yo con él.
¿Cremarlo? Eso nunca!
Ese no fue el pacto nuestro.
Tengo una mejor idea.
Lo colocaré en una urna de cristal embalsamado para así poderlo ver todos los días y aunque se que no me va a oír lo que le diga, le hablaré dándole cuenta de cuánto haga después de su inesperada partida.
Hasta luego no más, te digo Antonio, no creo que mi permanencia solo en este mundo, sea muy larga, ya nos volveremos a encontrar en el Paraíso donde estoy seguro que estará tu alma.
Entre tanto, diariamente al amanecer, me acercaré a la urna y te saludaré dándote los buenos días.
De esta manera al ver tu cuerpo inerte, pensaré que no estás muerto sino dormido.