¿Lo recuerda? ¿En qué situación se sentía usted más a gusto al hacer compras y más dueño de sus pesos que en una tienda de barrio? Algo rebajaban y si no, aunque fuera una papa le echaban de “ñapa” al canasto.
Mil pesos de cebolla, media libra de habichuela, media de zanahoria, dos tomates; era posible comprar cualquier cantidad.
Hoy la tienda de barrio, ese punto de encuentro de la gente, sigue sin retroceder ante la presencia de los supermercados e, incluso, de vendedores ambulantes de víveres.
Por cercanía y precios
En Magangué, la mayoría de los ciudadanos de cualquier estrato o posición social prefiere comprar en una tienda de barrio, ya sea por factores como la cercanía, precios asequibles y variedad de productos disponibles.
Para Fenalco, el tendero cumple una destacada misión de generación de empleo y se erige como ejemplo de superación y fortalecimiento del núcleo esencial de la sociedad.
Este medio le preguntó a algunos magangueleños en diversos barrios por qué prefieren la tienda, pese a la existencia de almacenes de cadena, supermercados y una plaza de mercado. Las respuestas se centraron en tres diferencias de su oferta al público: el horario ampliado, que va de 6:00 de la mañana a 9:00 de la noche, la venta de cantidades muy pequeñas (100 de tomate por ejemplo) y la atención personalizada.
“De un tendero nos agrada su perseverancia y las ganas de trabajar. Debe tener esa actitud que consagró el refrán el que tenga tienda, que la atienda; si no, que la venda”, manifestó Manuel Gamarra, habitante del barrio José Antonio Galán.