La Sierra Nevada de Santa Marta es el único macizo en el mundo, con picos tan elevados como los de Cristóbal Colón y Bolívar, a más de 5.775 metros de altitud y con nieves “perpetuas”, en el litoral, a escasos 42 kilómetros del Mar Caribe. La Sierra Nevada de Santa Marta como tal tiene una extensión de 12.000 kilómetros cuadrados (1´223.230 hectáreas), tomando como referencia los 200 metros sobre el nivel del mar. Allí está asentadas desde tiempos inmemoriales las comunidades indígenas de las etnias Koguis, Wiwas, Kankuanos y Arahuacos cuya población ronda los 100.000 habitantes.
Según datos del IDEAM para 1850 el glacial en la Sierra Nevada se extendía a lo largo de 82.6 kilómetros cuadrados y desde entonces ha venido retrocediendo a consecuencia de la depredación y la deforestación, al punto que hoy sólo cuenta con el 20% de la selva húmeda y el bosque seco, reduciéndose a sólo 6.5 kilómetros cuadrados, el 7.8% de aquella cifra. Allí tienen nacimiento 35 rios (entre ellos el Guatapurí, el Aracataca y Palomino), de los cuales se sirven para abastecer de agua potable a 1.5 millones de habitantes de los tres departamentos que la circundan, el Cesar, el Magdalena y La guajira. Y no es para menos, ya que en ese banco de agua, que contaba además de un complejo lagunar compuesto por 380 lagunas, se producían en sus mejores tiempos 10 millones de metros cúbicos al año.
La Sierra Nevada de Santa Marta ha sido considerada como una de las maravillas del mundo, lo cual le valió hace 40 años, en 1979, que la UNESCO la declarara Reserva del Hombre y la Biosfera, de la cual se derivan tres funciones complementarias, la conservación, el desarrollo y el apoyo logístico, las cuales en este caso han resultado nugatorias. La degradación de este ecosistema tiene una causalidad circular, pues la tala y la deforestación traen consigo la pérdida de la vegetación que secuestra CO2 y libera oxígeno, al tiempo que la descomposición de la materia orgánica y las quemas que siguen a la tala emiten a la atmósfera GEI. Y estos, a su vez, contribuyen al calentamiento global.
El Presidente Santos en víspera de hacer dejación del cargo expidió el Decreto 1.500 del 6 de agosto de 2018, “por el cual se redefine el territorio ancestral de los pueblos Arahuaco, Kogui, Wiwa y Kankuano de la Sierra Nevada de Santa Marta, expresado en el sistema de espacios sagrados de la Línea Negra, como ámbito tradicional de especial protección, valor espiritual, cultural y ambiental”. Se trata de un ajuste a la llamada Línea Negra, trazada a la altura de los mil metros sobre el nivel del mar, pasando de 50 a 381 los sitios sagrados y/o ceremoniales identificados y delimitados, los cuales deberán ser objeto de especial protección. Esta es tanto más necesario en cuanto que la Sierra Nevada de Santa Marta se está viendo amenazada no sólo por los depredadores de su biodiversidad sino por la violencia contra quienes se les interponen en su camino, como acaba de ocurrir recientemente con el contratista del Parque Natural de la Sierra Nevada Wilton Fauder Orrego, que pagó con su vida su osada tarea de defenderlo de quienes atentan contra él impunemente.
Bien ha dicho el Mamo Danilo Villafañe, que “la tierra está enferma. La naturaleza tiene sus reglas, pero los hermanos menores no las siguen. Yo creo que estamos ante un punto de no retorno. Si las personas no cambian esto no se va a detener”. Esta es una verdad de apuño que demanda un compromiso mayor en defensa de lo que queda de este macizo.