La sociedad colombiana siempre se ha encontrado influenciada por los gobernantes del país y su congreso, la presidencia y las altas cortes judiciales. Sus actuaciones generan polarizaciones políticasque convulsionan la ciudadanía.
La sociedad colombiana cada vez es más descontrolada, inestable, agobiada y peligrosa en términos de la convivencia y del actuar político cotidiano.
Aparentemente un día amanece “bien”, tranquila y apacible, pero de repente sufre un impulso descontrolado y momentáneo de rabias, polarizaciones, desfalcos y odios que irritan a la ciudadanía circundante y al colectivo de la sociedad.
En este sentido, el país se encuentra en un estado de emergente convulsión o agitación política, social o económica que rompe con la normalidad y la estabilidad de la vida naturalizada en todo el territorio nacional.
La convulsión es un estado enfermizo que medicamente se caracteriza por las contracciones involuntarias, violentas y patológicas de un músculo o de otra parte del cuerpo, la enfermedad más reconocida de este tipo es la epilepsia.
A modo de metáfora, Colombia sufre de “epilepsia política” donde la ciudadanía opina convulsivamente sobre hechos efímeros o ligeros que poco aportan a las discusiones fundamentales, estructurales o profundas que de fondo erradiquen perversiones políticas-democráticas como la corrupción, la narcopolítica o la violencia sistemática.
La “epilepsia política” y social colombiana se dan permanentemente, la corrupción rebómbate, los desfalcos, las masacres y crimines a diarios que nada de esto aportan en la reorientación del país.
Todas son formas estratégicas de confundir, llamar la atención y desviar las discusiones fundamentales como la erradicación de la pobreza, la violación sistemática de los derechos humanos, la baja calidad educativa, el asesinato de líderes, el mal servicio en salud o la baja competitividad que repercuten en mayores niveles de desempleo e inequidad social.
La contienda electoral actual que estamos viviendo, es una convulsión social de poderes, los que están en él, buscando estrategias falacéticas para desacreditar a los nuevos que aspiran a la presidencia, se agarran de arandelas falsas para quitarles proyección e imagen, a los que le dicen la verdad al pueblo, con prueba y argumentos, es una guerra sucia política social que se está llevando por mantenerse en el poder porque sienten pasos gigantes a sus espaldas.
Llevamos décadas de convulsión, guerra que ha provocadoun envenenamiento y toxicidad política y de convivencia que rompió el sentido de pertenencia nacional y el respeto por lo común, situaciones que hoy se enuncian en una falta de autorregulación social, porque todos tenemos o creemos tener la razón en medio de una polarización de intereses políticos artificialmente construidos.
Hemos aprendido la lección a partir de ahora no puede haber más imprescriptibilidad de los crímenes y masacres atroces vengan de donde vengan. Porque el perdón desdibuja la reparación, la justicia y la voluntad de no repetición. Convirtiéndose en otro cuadro epiléptico de una arquitectura democrática marcada por la emergencia de múltiples convulsiones sociopolíticas que se atienden superficialmente por los gobiernos de turno, sin atacar de raíz las causas.
De seguro, muchísimos ciudadanos tienen claro que estas convulsiones políticas social administrativas, hay que buscar que sean progresistas para el beneficio de la población, ellos escogerán cual es la mejor y así poder construir un país en paz y con equidad social.
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