Querida mamá:
Quizás, por muchos años, notaste que no soy la adolescente que conociste. Es momento de que te cuente por qué. En muchas ocasiones, me dio miedo lo que podrías pensar de mí, pero la realidad es que, conforme fui creciendo, aprendí que me acompañaba algo desconocido, por lo menos para mí en ese entonces, que la teoría llama “depresión”.
Hubo momentos en los que no me sentí bien, pero tuve miedo de que me juzgaras, de que pensaras que ya no soy una persona fuerte y no te sintieras orgullosa. Eso de no ser suficiente… honestamente, me daba miedo. Mis emociones son muy cambiantes, me siento triste, luego enojada… incluso en un lapso corto de tiempo. Sé que me ha ido bien y he logrado muchas cosas, pero lo que no sé es si aún así es suficiente para que te sientas orgullosa…
Recuerdo, hace algunos años, esa imagen mía, encerrada por varios días, comiendo chucherías y viendo las envolturas en el piso. A decir verdad, no me daban ganas de hacer nada y solo cumplía con las cosas que eran estrictamente obligatorias. Pensarás: “¿por qué no habló en ese momento?”. Pero, muy a nuestro pesar, no se puede retroceder el tiempo. Para ese entonces cuando se hacia fin de semana o durante la semana incluso, llegaban episodios de abatimiento, en los cuales quería salir, sentirme acompañada de cualquier persona. Conocí amistades un poco extrañas y amores esporádicos que, por obvias razones, no iban a ninguna parte.
Te cuento esto para incluirte en mi proceso, y para que sepas la batalla que lidio todos los días. Cuando ese sentimiento de depresión está en su máximo esplendor, llega a un punto en el que me cuesta tanto levantarme de la cama, como si estuviera levantando junto conmigo el peso de la gran muralla China. Se siente algo desesperanzador, en ocasiones me atraviesan pensamientos muy negativos, de hecho, en algún momento divagué con qué pasaría si de repente ya no existo.
Antes me gustaba mucho salir a caminar, pasear y conocer lugares diferentes. Pero desde que me siento de esta manera, definitivamente ya no lo disfruto. Se pierde el placer por las cosas que nos gustan tanto. No porque haya dejado de gustarme de un momento a otro, sino porque este sentimiento negativo que te comento convierte todo lo bueno en malo.
Lo que muchos interpretan como flojera es en realidad que uno se siente muy cansado. Hago algo en el día, por más básico que sea y ya no quiero hacer más nada, porque simplemente no se siente bien Y ni que hablar de los malestares. Los dolores de cabeza, los cólicos, problemas digestivos. Siempre están ahí, incondicionalmente, para recordarme que sigo en esta lucha. El sueño… se ha vuelto algo complicado en mi vida. Lo que para algunos es acostarse y dormir hasta que suene la alarma, para mí son horas de dar vueltas en mi cabeza pensando en todo lo que se te pueda ocurrir… y más. Me rinde más la noche que el día. Cuando unos están terminando su día, ya sea mirando una serie, una película o distendiéndose un rato, yo estoy intentando ser productiva. Hay días en los que no duermo nada ¡espero que no me pase factura eso!
A veces con la comida también tengo problemas. Me siento muy culpable. Hay períodos en los que anímicamente estoy mejor, recupero un poco la energía y con eso las ganas de cuidar mi alimentación. Pero, cuando la depresión arrasa con las pocas ganas que recuperé, el primer refugio que encuentro siempre es la comida.
Lamentablemente, no ayuda que sea difícil ser sincera con el entorno. Te doy un ejemplo: en algunos casos, cuando llegué a mostrar mis sentimientos, comenté lo mal que me sentía y la respuesta que recibí fue: “todo va a estar bien”, “tienes trabajo/estudio/casa, deberías estar feliz”. Y aunque parezca cierto, la verdad es diferente. Porque cuando estoy en el fondo del abismo, nada de eso importa.
Teóricamente algunos pensarían que “la depre” o la depresión, es algo que todos llegamos a sentir en algún momento. Pero contrario a la ansiedad, definitivamente, no es cierto. La ansiedad es algo que todos llegamos a sentir y que todos tenemos en algún momento, dependiendo si es un tipo de ansiedad circunstancial o si es un tipo de ansiedad patológica. Pero para hablar un poco más de ansiedad, te invito a que vayas al artículo anterior en donde hablamos un poco sobre ansiedad (No había tiempo para la ansiedad).
Empecé a sentir algo parecido a la depresión cuando era una adolescente. Seguro pensaban que era floja o que no quería hacer nada. Muchos me miraban y decían: “es cuestión de la edad” o “es cuestión de las hormonas, será algo pasajero”. Pero mirando hacia atrás, en este momento puedo entender que necesitaba ayudar y no sabía cómo pedirla, ni siquiera me daba cuenta. Es algo muy fuerte. Se siente muy feo.
Había veces que mi humor era muy intermitente. Pasaban cosas con las que me sentía muy feliz, muy contenta y muy animada pero ante cualquier comentario, de la persona que fuese, empezaba a cuestionarme todo y comenzaba a sentirme culpable de las cosas que sentía.
Hoy día miro hacia atrás y me pregunto: ¿por qué no se habló de eso anteriormente? Aunque es cierto que la salud emocional, como otras cosas, no es un tema que se menciona. Pero tú que me estás leyendo… ¿por qué no empezamos a hablar de esto juntos? ¿por qué no empezamos a ver la importancia de sentirnos felices, de sentirnos a gusto, de disfrutar los pequeños momentos, de disfrutar los logros que, aunque para algunos son pequeños, para uno que los está haciendo son muy importantes?
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