Se rompió el hechizo del 2018. Nacional volvió a gritar campeón. Estuvo a la altura de la final y la ganó con autoridad a Once Caldas, que no pudo con el ímpetu de los dirigidos por ‘el Arriero’.
Y la mística volvió al Atanasio Girardot, de la mano de la afición. La escuadra verde tomó con seriedad esta oportunidad ante la respuesta de su afición y por el deseo de volver a la Libertadores.
Con Vladimir Hernández y Steven Lucumí registró sus primeras opciones frente a un cuadro albo que fue inferior al reto, pese a tener chispazos de ese fútbol que le ha permitido ser protagonista de la Liga II y que lo trajo a la final.
Sin los poderes que exhibió en Manizales, le alcanzó a crear situaciones con la participación Juan David Rodríguez, el más lúcido de la visita. Un acercamiento de ‘Pecoso’ Correa y un remate de media distancia Juan Pablo Nieto, que atajó Christian Vargas, fue lo mejor del cuadro albo en la primera parte.
Por la escuadra verdolaga, hubo seis opciones claras en el pórtico de José Fernando Cuadrado. Quizá la mejor llegó en un desborde de Lucumí, de buen partido en su reaparición. Pero Carlos Rivas falló frente al arco.
Sumó al listado Daniel Bocanegra con un remate que detuvo Cuadrado, que aguantó para darle aire a sus compañeros, mientras recomponían su estrategia tras la salida de David Lemus por lesión (31’), para darle paso a Johan Carbonero.
Un laboratorio le dio chance a Alexis Henríquez de ser héroe, pero envió la pelota por encima. Y en remate de los primeros 45 minutos, con una opción dilapidada por Ricardo Steer como antecedente, Nacional carburó a la perfección con un volumen de juego importante.
Ahí, con esa decisión de ir por el partido, alcanzó su premio con la anotación de Vladimir en tiempo de reposición y con una pelota que peleó Gonzalo Castellani.
Para el complemento, Carbonero empezó su show. Y a velocidad pura, como lo hicieron por buena parte del partido Lucumí y Rivas, halló una grieta por la que pudo probar a Vargas, en un jugada en la que pifió Steer con el rebote.
El duelo bajó de revoluciones, pero se vio mejor el local. Incluso le alcanzó para que Lucumí apareciera en una acción que no supo finalizar Rivas, al elegir una pirueta.
Mover los bancos sirvió para encender de nuevo la final. Por el Once Caldas, la media distancia se convirtió en su mejor opción ante la solidez de su rival. No funcionó esa vía con Nieto y Arias, pero sí fue fórmula para Carbonero, que con un disparo seco empató la historia (74’).
Un cierre vibrante, digno del bello marco que hubo en el Atanasio, regalaron los protagonistas. Por un lado, el ‘Blanco Blanco’ se plantó mejor, pero al frente tuvo a un equipo con hambre y que no estaba dispuesto a dejar escapar una tercera final.
Y con esa convicción trabajó el gol. Lo tuvo. Pero Cuadrado fue la figura con sus paradas a Lucumí y a Vladimir. Luego vino la pelota quieta, con su especialista Bocanegra, que no defraudó ante el reto: la encajó como lo hizo muchas veces en la era Osorio para firmar al minuto 90, pese al esfuerzo del arquero, el cuarto título de Copa.