Amigos contemporáneos ya solo me quedan dos, pues los otros – íntimos –nos tomaron la delantera, cada uno de los que se fueron para siempre, se llevó un girón de nuestra vida, dejándonos solo recuerdos que constantemente evocamos pues fueron muchos los años que pasamos juntos y siempre, aunque no viviéramos en la misma ciudad, manteníamos una viva y permanente comunicación que nos acercaba.
Echamos un vistazo a fotografías de nuestras reuniones y observamos el vacio que han ido dejando, unos mas que otros, pues es sabido que las amistades que se hacen en los bancos del colegio, en la Universidad, al nacer al fragor de lo que nos unía, o sea –el estudio – bien fuere cundo éramos adolescentes y luego ya mayores, hubo de pasar por muchos procesos entre otros, discrepancias y hasta efímeras enemistades.
Recuerdo a mis amigos de la escuela primaria: Teófilo Benavides, Luis María Díaz, Israel Vega. Juan Carranza, Benildo Díaz, Benicio Díaz, Miguel Eustaquio Jiménez, Alcides Gamarra, Julián Palencia, Calixto Día, mi hermano, y quizás se me escapa alguno; entre estos, solo viven tres, Teófilo, Israel Vega y mi hermano Calixto los demás, desaparecieron del pueblo cuando se fueron para Puerto Wilches, Barrancabermeja o Puerto Berrío en busca de trabajo en las compañías petroleras y no volvieron más ni se supo la suerte que corrieron..
No tuve la oportunidad verlos mas nunca; justamente hace unos cinco o seis años que estuve de visita en mi pueblo natal, encontré todo cambiado, ya aquella casona donde nacimos seis hermanos, aquella de bahareque, con piso de tierra, fue demolida y allí se levanta hoy una de material de estilo moderno. El único sobreviviente amigo de travesuras de nuestra niñez, vive pero al perder por completo la audición, no pudimos dialogar para recordar aquellos días tan hermosos y felices corriendo por las calles cuando llovía, o jugando al trompo y elevando nuestras cometas.
Aquellos compañeros del bachillerato, muchos se fueron quedando en el camino por pérdida del año unos, otros por que cambiaron de colegio o de ciudad, solo seguimos la misma carrera y al terminarla juntos durante esos seis años de duro estudio – la medicina – seguimos la misma amistad que había tenido origen en el bachillerato. De todos ellos me acuerdo y recuerdo sus nombres.
Como no he de acordarme de: Alfonso Lozano, natural de Plato, Urbano Molina, de Plato, Santander Blanco, cartagenero, Oscar Sierra, cartagenero, Esteban Padrón, de Cereté, Álvaro Lengua, de Cereté, Fernando Yemail, de Tolú, Nicolás Badin, de Moñitos, Armando Olivares, de Sincelejo, Mey Villalobos, de Tolú, Rafael Bermúdez, del Cerro de San Antonio, José Vicente Torres, de María La Baja, Alfredo López, cartagenero, Gastón Méndez, de Cartagena, Nicolás Emiliani, cartagenero, Eliseo Cuadrado. Nacido también en la ciudad Heroica Aún seguimos hoy bregando en este mundo: Oscar Sierra, el que esto escribe, mi hermano y Hugo Vásquez a quien he dejado de último en mencionar, a propósito pues desde aquel venturoso día en que nos conocimos caminando con el libro abierto por los pasillos del claustro de San Agustín, este es el momento en que desde 1947, nuestra amistad pasó de serlo para convertirse en hermandad por la gracia de Dios. Recordar es vivir.